Anoche tuve este sueño.
Tenía entre mis brazos a
mi querido perro Djembe. El animalito estaba seriamente enfermo y yo le daba
algo de comer mientras lo observaba y le pedía que se esforzara por superar su afección.
Algo grave le había pasado a su hígado: la tarde de ese día, después de
auscultarlo, el veterinario me comunicó que su salud se encontraba muy deteriorada
y que no podía darme un pronóstico favorable por el momento. Tristes los dos,
nos regresamos a casa. Medicamentos y observación continua. Ahora ya era muy
entrada la noche, y ambos estábamos sentados en mi sala. Yo le hablaba suavemente
tratando de sonar animado para decirle que estaba ahí para cuidarlo hasta que
mejorara y se pusiera bien.
De súbito el perrito se
quedó mirándome fijamente. Despacio se sentó, y sin más preámbulos empezó a
hablar. Curiosamente, no me sorprendió que lo hiciera, lo que me asombró fue
que yo ni idea tenía siquiera del tono de voz que hubiera podido tener el chucho.
Era un tono grave, pero jovial, aunque noté que sonaba algo cansada.
Djembe habló durante
horas explicándome cómo es que los días en su vida se habían vuelto grises y de
que manera le mortificaba verme tan preocupado sabiendo que no podía remediarlo
él solo, y me contó esta historia que ahora trataré de transcribir aquí sin
perder detalles.
Me dijo:
“Arturo, los Perros somos
compañeros del ser humano desde hace miles de años cuando varias de las
familias de jaurías salvajes que poblaban el planeta se reunieron en secreto para
debatir acerca de nuestro destino: y fue en esa reunión que los antiguos acordaron
dejar de combatir en contra del Hombre que continuamente los diezmaba y entonces
formar una Alianza que ofreciera más beneficios a ambos bandos: la noticia pronto
corrió a través de los campos y montañas ganando adeptos en muchos sitios e
igual número de enemigos en otros, pues no todas las razas de nuestra especie
estaban dispuestas a sacrificar la libertad de aullar a la luna en las noches ni
dejar de salir de cacería para ahora iniciar el largo y doloroso proceso de
domesticación, sin embargo sí hubo una gran parte de la población perruna que reconoció
que sus limitaciones como cazadores serían la causa de su posible fin a manos
del mayor depredador del planeta, y fue mayoría aplastante. Y es así como en
ese cónclave se tomó la decisión: el Perro abandonaría las llanuras y los
bosques para al fin entenderse con el humano.
Entonces mis ancestros nombraron
emisarios a comunicar su decisión y una vez que lograron convencer al humano de
sus honestas intenciones, el Perro pasó a habitar los recintos de la familia. Fuimos
acompañantes inseparables. Dirigentes y guardianes de la familia: La era del Hombre
y el Perro ahora estaba declarada y así sería recordada por las futuras
generaciones de ambas razas.
(CONTINUARÁ…)
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