jueves, mayo 11, 2006

El mercado

Recuerdo bien el mercado de por la casa de mi abuela.

Por las mañanas se oía un desafinado saxofón y los golpes de una cuerda de tololoche acompañando alguna canción cuando los músicos callejeros recorrían las fondas que a esas horas o tenían algunos estudiantes desayunando un licuado y Corn Flakes o a unos briagos desmañanados curándosela con un platazo de menudo bien caliente.
Los músicos por lo general si andaban bien vestidos, con chaleco y sombrero para cubrirse del sol que a medio día seguro les iba a picar en la cholla. Algunas orquestas de estas se formaban por un volinista, un bajista y un guitarrero, otras preferían un saxo o un "pitero" que le sonaba bien gacho al clarinete, pero pues ya tapándose unos con otros las canciones sonaban decentes. Cobraban por canción y a veces tocaban más de tres en algun changarro, para levantar todo luego y caminarle tantito al de al lado.

Sólo veía que barrían por las mañanas muy temprano. Las doñitas llegaban y se organizaban, tu atiendes, yo limpio mesas y pongo a calentar los guisos.

Había de muchos guisos y lo chido era que te podían preparar lo que quisieras.
Doña Irene preparaba unas quesadillas fritas en aceite, hacía de queso, de papa, de queso con chorizo, de frijoles... y a todas les ponía un relleno enorme de lechuga, que tenías que buscar los restos de queso o de papas entre la yerba, jajaja. Lo malo era que Doña Irene no abría en las mañanas, porque aparte de tener la fonda era maestra en una primaria. Tuvo que trabajar mucho después de que su viejo la dejó por irse al gabacho a conquistar a los gringos (o a las gringas? sepa)
A doña Irene le ayudaba su hija, Laurita. Una chava de unos 16 o 17 años que no estaba nada mal, tenía una carita bien bonita, y además siempre olía a perfume, pero supongo que a mis 12 años me veía como un escuincle cualquiera.

Yo me esperaba para que me atendiera Laura. ¿Se daría cuenta de que lo hacía a propósito?

Como sea, lo bueno de llegar a una fonda es que no te atendía la doña fríamente y sin atenciones. No tal parecía que llegabas a tu propia casa o a casa de algún compa, porque luego luego que te sentabas a la mesa te preguntaban "¿Que le sirvo mijo? ¿no se le antojan unos huevitos rancheros? o si quiere le preparo unos sopes, pero esos se tardan"... Cuando traía dinero y me salía de la casa de mi abue temprano sí pasaba por ahí y me recetaba un cereal y un huevo estrellado acompañados de un café de ese que muchos venden con el sobrenombre de "de olla".

Mientras, afuera, los músicos acompañaban en la fonda de al lado a una pareja que había pedido pozole para desayunar. Traían un par de caguamas envueltas en bolsas de papel porque así no se nota que están chupando a plena luz del día y en la calle. Nadie se da cuenta. De seguro se la habían amanecido de una pachanga en pleno jueves... un baile donde igual y apenas se habían conocido y terminaron perdiéndose de sus demás amigos... igual y acabaron fajando en el carro de él.

¡tarararán tan tan tan! sonaba el bajo cuando el ruquito de los dedos ya llenos de callos le daba de jalones a las cuerdas, mientras buscaba donde acomodarse con su instrumento para no estorbar la pasada de los carretilleros y los gueyes que empujaban diablitos llenos de huacales de frutas y verduras..."¡¡GOOLPEE!!" se escuchaba cuando pasaban los cargadores. Algunos ni avisan a gritos sólo van chiflando de vez en cuando.

-¿Más tortillitas mijo? ¿no se le han enfriado esas que tiene ahi?
-No, señora, gracias...
-¿Más café? ¿no le gustó? ¿le sirvo mejor un chocolate?
-Si me gustó, pero está muy caliente, ahorita me lo termino
-¿Quiere una fruta? ¿Agua?
-No gracias, de veras
-Bueno, si se le ofrece algo me avisa
-Gracias

Y la señora se daba la vuelta para ir a acomodar el gancho de alambre que tenía como antena de su tele, porque la imagen ya estaba dando vueltas hacia arriba, tanto que mareaba a la vista. Acomodaba la antena y le subía al volumen girando el botón y atorándolo en su lugar con un pedazo de papel que servía para que no se moviera el volumen.

Apenas alcanzaba a llegar a la escuela. A veces me entretenía oyendo a los músicos. A veces me daba de vueltas entre los puestos de baratijas o de revistas. Pero recuerdo bien que me ahorraba el dinero que me daban para comprar en la cooperativa de la escuela y cuando juntaba bastante para irme a desayunar al mercado prefería hacerlo. De todos modos las tortas frías de jamón que vendían en la escuela sabían bien gacho.

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