Empezó a marcar desde su celular. Una sonrisa cubrió su cara cuando antes de terminar de teclear éste empezó a sonar. Conocía el timbre. Lo conocía bien.
Era ella. Siempre ella.
Dejó que timbrara una y otra vez, mientras veía con cierta curiosidad el nombre que había asignado en su teléfono. Al final, y antes de que colgara lo contestó. Esta vez él la imitó a ella:
- ¿Bueenii?
- jajaja... ¡nooo! ¡no contestes así!
Siempre la hacía reír, de una u otra forma conseguía escuchar esa risa. Franca. Abierta. Sincera. De esas risas que no se contienen, ni se disimulan porque no hace falta hacerlo.
- ¿Por qué no? ¡así contestas tú!
- jajaja... mmm... ¡mejor ven!
- ¿quieres que vaya? ¿ahorita mismo?
Ella dejó de reír. Se quedó callada unos instantes. De alguna manera él supo que lo anhelaba. Lo supo de pronto. La seguridad de esa idea llegó así nomás. Sin avisar. Siempre pasaba. Curioso, pero así era.
De pronto le pareció que hacía siglos que no la veía ni escuchaba su voz. Eso le hizo reconocer que la extrañaba.
Mucho.
- Sí... ven... ¡Ven y dame un beso!
- Voy para allá.
- Ok. No se te olvide...
Colgó.
FIN.
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