Hace muchos, muchos años cuando yo era un escuincle (para ser precisos, unos 780 años, más o menos) vivía enfrente de un mercado, por lo que diariamente me topaba con unos personajazos dignos de figurar en pequeñas biografías, o por lo menos dignos de salir en un álbum de estampitas frikis: el naranjero, el tomatero, la vieja que vendía pescado frito, los músicos callejeros que iban de fonda en fonda, el poli que se la pasaba galaneando y pidiendo cooperación por dejar estacionar en lugares prohibidos, los perros de la señora de la pensión, los pandilleros del callejón, las hermanitas del señor de la tiendita de abarrotes, y un largo etcétera.
De entre toda esta raza destacaba El Flejes.
El Flejes era un vagabundo. Andaba por todos lados caminando, por lo general descalzo, en ocasiones con unos zapatos que le quedaban grandes, unas veces con una camisa nueva, otras con una playera toda descosida, y otras con un suéter (probablemente alguien se compadecía de verlo desnudo con un frío espantoso) los pantalones, enormes, mugrientos, deshilachados y amarrados con un mecate.
Pinche loquito, pues.
La gente le pasaba platos de sobras de comida, otras veces le dejaban por donde se dormía (en la calle, claro) una bolsa con un par de tortas, o un vaso de licuado, un refresquito... algo. El loquito no la pasaba tan mal, después de todo. No hablaba; a veces balbuceaba algo que nadie entendía, luego reía como un desquiciado... bueno, de hecho estaba desquiciado, así que pues no lucía nada mal. Por lo menos era más coherente que otros muchos orates que conozco que fingen no serlo.
Le decían "El Flejes" porque siempre se veía por la calle con largas tiras de flejes plásticos...
(Estos son los flejes, por si alguien lo ignoraba, de nada)
Bueno, pues andaba por las calles del mercado, iba de bodega en bodega y la raza ya sabía... andaba buscando los plásticos esos. ¿Para qué? Ah! pues para sujetarlos por un extremo y dejar el otro libre, luego hacía un vertiginoso (por no decir en chinga) movimiento hacia arriba y hacia abajo, con lo que conseguía hacerlos ondear... ya saben, levantan una pequeña onda que recorre hasta la punta de una cuerda, el efecto es bien bonito, snif.
Como sea, pasé años (literalmente) viendo a este tipo por la calle, a veces traía golpes en la cara, creo que cada vez lo veía con menos dientes. Otras veces se le veía mal, realmente mal... Algunas otras se veía inclusive bañado y algo alivianado. Aunque hayan pasado casi 20 años aún lo recuerdo claro. El Flejes andaba por las calles con sus "tiritas" ondeando... se paraba en una esquina y agitaba la mano para verlas ondear... A veces no conseguía flejes y entonces improvisaba con cuerdas, hilos, etc.
Un día lo ví sentado en la calle con una enorme caja de cartón, el güey estaba super concentrado, la mirada brillante, las manos ágiles.
Babeaba.
Recortaba la caja con las manos... iba arrancando poco a poco una larga, larga tira a la caja. No se cuanto tiempo tardó, pero al final tenía una gran juguete, han de haber resultado unas tres tiras de unos tres metros cada una. Hábil, en un rato estaba ondeándolas a lo ancho de la calle. A mí me daba mucha curiosidad lo que hacía. ¿Buscaba el material ideal?, se aventaba sus propios retos? ¿Hacía pruebas de fluidos? ¿era un científico? o ¿nomás un pinche loquito?
Hace muchos años que andaba por las calles, a veces lo golpeaban, a veces lo atropellaban, a veces se quedaba tirado en la banqueta, nunca supe como es que había llegado a las calles... Unas veces pienso que era un güey normal, más común que corriente, tal vez algún día se aventó un pasón, y se quedó en el avión... O chance y su jefecita era adicta a algo y nació así... A lo mejor incluso fue buen estudiante y, por que no? buen hijo o padre de familia, de pronto se le brincó la cadena y terminó en las calles...
Quien sabe.
Anoche pasé en mi carrito por esas calles, serían más o menos las 12 de la noche, en la esquina se veía un carrito de tacos de esos que les llaman directos (porque casi, casi apenas terminas de comerlos y ya estás en el baño expulsándolos).
Adelante del carrito de tacos, muy en la orilla, casi listo para ser atropellado (tal vez por milésima vez) estaba El Flejes. Muy viejo que se le veía, traía un suéter azul a rayas, estaba calvo, muy acabado, pero reconocible.
Sobre todo porque en su mano traía unos trozos de plástico que ondeaba hacia la calle.
2 comentarios:
Uno de los relatos mas conmovedores que he leído, ya tiene un par de meses que lo vi y de pronto hoy a la 1 de la mañana me dio por leerlo de nuevo. Muchas gracias por compartir estas anécdotas.
Muchas gracias, Sr. Fercho! ya iré subiendo nuevas!
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