viernes, septiembre 09, 2005

La que llegó con el mar

Ella llegó precisamente el día que no tenía yo pensado saber del mar.

Sentado, esperando ¿nada? mirando ¿qué? y empezando otro sueño de esos que terminan antes de precisamente declararlo empezado. No esperaba una acometida de espuma como la que vi, de hecho la espuma siempre llega así, de pronto... A veces espera uno la ola y desprecia la espuma.

Llegó pues, y se comportó como la criatura marina que es. Inesperada, no violenta, pero sí intempestiva. De esas presencias que llegan anunciando con un murmullo suave al principio, pero luego se convierten en un rugido lleno de promesas, de sueños que tal vez no he soñado ni deba soñar jamás.

En fin, se acercó y me dijo "hola", la ví y sucedió exactamente como sucede con el mar que llega a los pies... invade hasta los huecos de entre los dedos del pie, desplaza a la arena, te llena de sal y cuando la ola avanza uno siente que es empujado, movido por una fuerza que sería hasta imprudente tratar de detener...

No pude contenerla, es imposible, como criatura marina se revuelve, se mueve, se escurre, se desliza entre los dedos, siempre está en movimiento, mientras que yo soy un ser terrenal, prefiero pisar sobre seguro, sabedor de que el suelo que está bajo mis pies no se moverá a menos que yo camine sobre él, como hago diario. No pude detenerla. Injusto sería pedirle que no se fuera, ¿que se hace con el agua de mar que se junta entre las manos? no la puedes detener por siempre, se abren los dedos y simplemente se deja escapar, regresar al caldo primigenio del que proviene.

Bueno, tampoco soy culpable por eso. Ella quería quedarse. Yo quería sostenerla lo más que se pudiera, juntarla entre las manos, untármela en el cuerpo, beberla. No se pudo. Aunque en la playa la tierra y el mar se juntan, no se revuelven, se separan tarde o temprano, vuelven a su lugar. Donde deben de estar, donde han estado siempre, aunque tal vez se queden con la idea de reunirse otra vez, aunque sea de manera fugaz.

Llegó como una ola... poco a poco, hasta hacerse de una fuerza capaz de tirar mis sueños y hacerlos rodar, hizo remolinos un rato. Me hizo pensar que la tierra y el agua de mar se pueden fundir en uno sólo por siempre. Luego se arrepintió, trató de quedarse, se convirtió en espuma de nuevo y como vino se fue.

A veces me pregunto si es justo. Supongo que no. Pero está donde debe de estar...


Yo también.

3 comentarios:

TheMexicanSniper dijo...

huy que romantico maestro, hay que bonito es lo bonito, besos.

Guffo Caballero dijo...

Uuuff, qué buen post. Me gustó. Saludos.

Anónimo dijo...

Mucha miel!!!