miércoles, diciembre 14, 2011

Historia de una Fuga




Recientemente en FB una antigua amiga comentó algo en mi muro... me hizo recordr una vieja historia y desde entonces no he podido dejar de pensar en esto, así que lo pongo aquí:

Alguna vez cursé el kinder, ¿lo sabían? y aunque pensaba que no era muy común entonces ahora resulta que sí lo era: cuando entré al primer año de kinder ya sabía leer un poco. A fuerza de coscorrones mi primo y paciencia mi madre ambos me enseñaron a leer y escribir antes de matricularme en «La Venadita» y claro, antes de usar esa batita que se supone iba a evitar que me atascara la ropa de pintura y restos de comida del lonche.

Para esas fechas ya contaba con el que a la fecha, es mi más viejo amigo: Noé. Lo conocí cuando nos cambiamos de casa mi madre y yo. Era mi nuevo vecino. Entramos juntos al kinder y debo decir que ahora que escribo esto y pienso que hace más de ¡treinta años! que lo conozco, se me hacen pocos.

En fin, Noé y yo íbamos al kinder donde conocí (¿quién no?) al segundo amor de mi vida: La maestra Patty. Altísima (¡debía de medir como 1.60!), rubia (y al mismo tiempo, morena¿?¿?), con una mirada de ángel (bueno, no más bien no)  y por supuesto, bellísima (¿qué? aún no había cumplido yo los cinco años!) Obvia decir que ambos fuimos culpables de ese tórrido amor... pero a pesar de que estaba a punto de caer perdidamente enamorado de ella y dejarme llevar por el sentimiento, algo no andaba del todo bien: simplemente no congeniábamos del todo. Ya saben: «Tú muy maestra y yo muy párvulo» Así que tras varios días en los que hubo entre nosotros el-clásico-estira-y-afloja-de-todas-las-parejas-novicias decidí que no iba a seguir soportando sus desplantes de niña grandota.

Así que un buen día me fui. Cansado de asolearme en el patio a la hora de recreo, del sándwich mojado que se pega en el paladar y de las paletas que Inés me regalaba con tal de que le enseñara a contener la respiración hasta cien (obvio yo hacía trampilla, pero no se daba cuenta) decidí que Patty y yo no podíamos compartir ese espacio así que me fugué del kinder.

Pero, obvio necesitaba un sidekick, un partner. Así que Noé fue mi coartada y mi cómplice. Nos escabullimos entre la resbaladilla de jirafa y los botes de basura con cabeza de oso y de pato y salimos por la puerta trasera. Debimos caminar aproximadamente un día y medio, sin comida, ni agua y a merced de los buitres que hambrientos nos vigilaban desde...

…ok exageré de nuevo.

Caminamos unas cuadras, y cruzamos las vías del tren que pasaba cerca de la casa, hasta que llegamos a su casa. Noé estaba nervioso y buscaba la alacena, el closet, un lugar para esconderse, mientras que yo, experimentado explorador me metí debajo de la cama de su hermana. Algo debió de salir mal, porque yo esperaba que sobrevolaran helicópteros y que un comando armado entrara rompiendo las ventanas, para rescatarnos, pero no. Fue ella.

Patty.

¡SAL DE AHÍ ABAJO AHORA MISMO!

Y me jaló de los pies. Volví al kinder a terminar la media hora que me restaba de clases y algo serio debió pasar entonces, porque Patty lloraba sin consuelo, la directora nos veía con esa mirada acusadora, yo temía por el regreso a casa y el castigo que me tocaría.

¿Y Noé? no lo sé, debieron de regañarlo también, pero nunca supe qué pasó exactamente. Tal vez más adelante escriba más sobre él, pues siempre ha sido mi mejor amigo, y tiene unas fabulosas aventuras.

A la siguiente semana volví a clases, a actuar como todos los demás: a manchar mi bata de crayola y pintura para dedos y creo que seguí presumiendo a mis compañeros que aguantaba más que nadie la respiración. De primer año de kinder me pasaron a tercero, porque sabía leer y hacer cuentas básicas, pero me reubicaron en segundo porque resulté muy chavo para estar en tercero, snif.

Tampoco supe que fue de Patty, pero de seguro que se encontró a alguien «más maduro». Ella debió de seguir su vida.


Yo también.


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P.D: No me había fijado y mi blog ya cumplió seis años (a ver si ya posteo algo interesante, ¿verdad?)

2 comentarios:

El Zórpilo dijo...

Ufa, me recordaste muchas anécdotas de kinder garden.

Aventuras casi en pañales.

Saludos evocadores.

El Zórpilo.

Sivoli dijo...

sin duda, es en el kinder cuando muchas de nuestras aventuras se vuelven épicas.

Saudos, míster.