Continúo con la historia breve que les prometí en el post pasado. Aunque ya tengo una o dos propuestas de título sigo esperando por más… Ojalá les guste.
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PARTE II
Fue inevitable observar con detenimiento el tatuaje de su hombro desnudo. Conozco el arte prehispánico, pero no pude identificar las grecas y formas que dibujaban su piel. Decidí que le preguntaría el significado después. Tal vez cuando satisfechos el uno del otro, nos recostáramos para descansar del clímax. Fumaríamos un cigarro y nos limpiaríamos el sudor y entonces la pregunta surgiría de lo más natural: “Oye, ¿Qué significa…?”
Atrapamos a su perro. Nunca me han gustado los poodles: Pinches perros modositos. Pero debo reconocer que Lucas no tenía nada de anodino. Sus grandes ojos miraban con dulzura, su lengua rasposa me reafirmaba que acababa de incluirme en su lista como un nuevo amigo. La conversación fluyó entre su dueña y yo sin obstáculos desde lo trivial hasta asuntos más interesantes, como aceptar tomar una copa en mi depa y después… lo demás. Hola desconocida.
Después de un par de meses el que sacaba a pasear al perro era yo, mientras Lupe trabajaba en la estética. Cuando salía me encontraba con ella en el parque, caminábamos un rato, regresábamos a mi cueva y hacíamos el amor un par de veces hasta que nos quedábamos dormidos. Algunas mañanas ella preparaba el desayuno y se iba, otras era yo el que despertaba solo y después de darme cuenta de su ausencia me ponía a cocinar. Al día siguiente lo mismo. A veces se quedaba, a veces había cervezas, a veces no, pero nunca la acompañé a su casa –Vivo muy lejos, yo me las arreglo –me decía antes de besarme en los labios y despedirse. Y yo volvía a mis lecturas o a teclear poesía que esperanzado soñaba lograría colocar en alguna editorial tarde o temprano.
No es que me interesara mucho, pero el día que fui a buscarla a su trabajo me encontré con un local cerrado, la cortina corrida hacia abajo me dejó leer SE RENTA en letras rojas y entonces volví al parque. Tomé nota mental de la basura que se acumulaba en la banqueta de aquél negocio mientras caminaba jalando a Lucas. El perro no tenía la culpa de nada, pero esa noche los jalones que le di fueron un poco más exigentes que de ordinario.
De regreso, guardé silencio mucho tiempo. No hallaba como iniciar el tema.
–Oye Lupe, fui a tu negocio y estaba cerrado…
–Cerré temprano, porque fui a comprar unas cosas
–Oh, bueno…
–No vayas a buscarme, ya te dije que aquí nos vemos
–Okey, no hay problema, es que me dieron ganas…
–Cómprame una nieve, ¿Traes dinero?
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