miércoles, enero 09, 2008

Bestia Innominable

Algún día les estuve comentando que a través de los cubículos desde donde tecleo este blog se escuchaba la voz de mi vecino de oficina cantando o poniendo su musiquita a todo volumen.

Varias veces lo callé golpeando las paredes del cubículo. Parece que finalmente entendió. De hecho dejé de ver al panzón ese de pésimos gustos musicales. Debió de haber terminado su servicio social, tal vez. Se fue y ya no supe de él. Que bueno.

Lo que les voy a contar queda entre nosotros, ¿va? y lo cuento porque hace falta sacarlo, expulsarlo lo más rápido posible, porque si no lo hago me va a volver loco.

Pueden burlarse si quieren, no me importa. Lo que pasó es real y no miento. Si no me creen pues tampoco me importa mucho. Yo se lo que oí, lo que vi y lo que sucedió.







Ese cubículo quedó cerrado y solitario después de ese episodio. Pasaron los días. Ya no venía nadie. Entraba yo a mi espacio y no saludaba a nadie (pues no había nadie más) y cuando salía, ya algo entrada la tarde, cruzaba el pasillo en silencio, acompañado sólo por el eco de mis pasos.

Nadie más. Ni el conserje que debía de limpiar mi oficina iba. Raro, ¿no?


Bueno, pues hace unos días estaba casi por irme... cuando de pronto se escuchó un gruñido... un ruido muy bajo, casi como un eructo:

-¡BUURRPP!

-huh?

-¡BUUUURRRPP! GRRRRR...!

Pensé que podría ser alguien que estuviera en esa oficina, al lado de la mía. pero, ¿quién? ya no iba nadie ahí! Pensé en asomarme, pero... para qué? no se había oído movimiento en todo el día. De hecho tenía más de una semana que sólo asistía yo a esas oficinas.

La mente juega trampas. Algunas muy sucias, saben?

Por un momento pensé que podía ser algo más... un ser malvado, una criatura innominable de los oscuros yermos, o tal vez un temible orco salido de un horrible lugar, de Mordor, tal vez, o de la colonia del Montecillo aquí en PuebloQuieto.

Guardé silencio. Empecé a temblar un poco. De pronto mis sentidos se intensificaron.

-¡BEEERRRPP! FZZZZZZ!

Se oyó un leve sonido sibilante. FIZZZZZZ...!

-¡BUUORRP!

De nuevo el sonido de siseo...

Empecé a imaginarme lo peor.

Algo estaba ahí, cerca, conmigo. Algo terrible que nadie había visto nunca jamás. Criatura nefasta, temible ser de increíble maldad aguardando a que me descuidara. Aguardaba agazapado, esperando. Tal vez tuviera esperando mucho tiempo. Tal vez me había visto a través de los días, cruzar el pasillo, entrar en mi oficina, y tal vez se había agazapado al verme. Ocultándose. Esperando por el momento oportuno.

Cuando me descuidara.



El sonido cambió. No se como describirlo con exactitud. Creo que lo más cercano a describir su sonido sería decir que sonaba a pedos.

-PRRRRTT!

y luego

-¡BRRRT! FZZZ!

Noté que muy por debajo se percibía un olor. Casi no se notaba, pero ahí estaba. Era un olor acre, nauseabundo, pestilente. El olor de la muerte.

Intenté moverme. Piensa con claridad, carajo! piensa rápidamente y con claridad antes de que la bestia saltara sobre mí. Si no lo hacía probablemente al otro día nadie sabría que pasó, pues ya nadie iba por ahí.

Tal vez dentro de una semana o dos que el conserje volviera a ver si se había juntado mucho polvo y basura en los botes decidiera abrir la puerta de mi oficina...

Y no me encontrara. Tal vez encontrara un zapato, o mis llaves tiradas.

Paralizado, no supe cuánto tiempo pasé ahí de pie. Atento. Escuchando con los nervios como cuerdas tensas a punto de reventar...






















Hasta que empezó de nuevo la pinche musiquita.

Pinche panzón. Eructaba y se pedorreaba. Que ser tan asqueroso, neta.

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