A ver, a ver... ya en serio...
¿¿QUE PEDO CON ESTE MONIGOTE??!!
Hay una frase que dice "los pueblos tienen los gobiernos que se merecen"
Yo creo que la frase original fue "los pueblos tienen los superhéroes que se merecen"
Chale.
viernes, enero 25, 2008
martes, enero 22, 2008
Monero Kabeza
Una pequeña colección que tengo...
Creo que nunca la había mostrado, verdá?
¿Algún envidiosillo por ahí?
Creo que nunca la había mostrado, verdá?
¿Algún envidiosillo por ahí?
miércoles, enero 09, 2008
Bestia Innominable
Algún día les estuve comentando que a través de los cubículos desde donde tecleo este blog se escuchaba la voz de mi vecino de oficina cantando o poniendo su musiquita a todo volumen.
Varias veces lo callé golpeando las paredes del cubículo. Parece que finalmente entendió. De hecho dejé de ver al panzón ese de pésimos gustos musicales. Debió de haber terminado su servicio social, tal vez. Se fue y ya no supe de él. Que bueno.
Lo que les voy a contar queda entre nosotros, ¿va? y lo cuento porque hace falta sacarlo, expulsarlo lo más rápido posible, porque si no lo hago me va a volver loco.
Pueden burlarse si quieren, no me importa. Lo que pasó es real y no miento. Si no me creen pues tampoco me importa mucho. Yo se lo que oí, lo que vi y lo que sucedió.
Ese cubículo quedó cerrado y solitario después de ese episodio. Pasaron los días. Ya no venía nadie. Entraba yo a mi espacio y no saludaba a nadie (pues no había nadie más) y cuando salía, ya algo entrada la tarde, cruzaba el pasillo en silencio, acompañado sólo por el eco de mis pasos.
Nadie más. Ni el conserje que debía de limpiar mi oficina iba. Raro, ¿no?
Bueno, pues hace unos días estaba casi por irme... cuando de pronto se escuchó un gruñido... un ruido muy bajo, casi como un eructo:
-¡BUURRPP!
-huh?
-¡BUUUURRRPP! GRRRRR...!
Pensé que podría ser alguien que estuviera en esa oficina, al lado de la mía. pero, ¿quién? ya no iba nadie ahí! Pensé en asomarme, pero... para qué? no se había oído movimiento en todo el día. De hecho tenía más de una semana que sólo asistía yo a esas oficinas.
La mente juega trampas. Algunas muy sucias, saben?
Por un momento pensé que podía ser algo más... un ser malvado, una criatura innominable de los oscuros yermos, o tal vez un temible orco salido de un horrible lugar, de Mordor, tal vez, o de la colonia del Montecillo aquí en PuebloQuieto.
Guardé silencio. Empecé a temblar un poco. De pronto mis sentidos se intensificaron.
-¡BEEERRRPP! FZZZZZZ!
Se oyó un leve sonido sibilante. FIZZZZZZ...!
-¡BUUORRP!
De nuevo el sonido de siseo...
Empecé a imaginarme lo peor.
Algo estaba ahí, cerca, conmigo. Algo terrible que nadie había visto nunca jamás. Criatura nefasta, temible ser de increíble maldad aguardando a que me descuidara. Aguardaba agazapado, esperando. Tal vez tuviera esperando mucho tiempo. Tal vez me había visto a través de los días, cruzar el pasillo, entrar en mi oficina, y tal vez se había agazapado al verme. Ocultándose. Esperando por el momento oportuno.
Cuando me descuidara.
El sonido cambió. No se como describirlo con exactitud. Creo que lo más cercano a describir su sonido sería decir que sonaba a pedos.
-PRRRRTT!
y luego
-¡BRRRT! FZZZ!
Noté que muy por debajo se percibía un olor. Casi no se notaba, pero ahí estaba. Era un olor acre, nauseabundo, pestilente. El olor de la muerte.
Intenté moverme. Piensa con claridad, carajo! piensa rápidamente y con claridad antes de que la bestia saltara sobre mí. Si no lo hacía probablemente al otro día nadie sabría que pasó, pues ya nadie iba por ahí.
Tal vez dentro de una semana o dos que el conserje volviera a ver si se había juntado mucho polvo y basura en los botes decidiera abrir la puerta de mi oficina...
Y no me encontrara. Tal vez encontrara un zapato, o mis llaves tiradas.
Paralizado, no supe cuánto tiempo pasé ahí de pie. Atento. Escuchando con los nervios como cuerdas tensas a punto de reventar...
Hasta que empezó de nuevo la pinche musiquita.
Pinche panzón. Eructaba y se pedorreaba. Que ser tan asqueroso, neta.
Varias veces lo callé golpeando las paredes del cubículo. Parece que finalmente entendió. De hecho dejé de ver al panzón ese de pésimos gustos musicales. Debió de haber terminado su servicio social, tal vez. Se fue y ya no supe de él. Que bueno.
Lo que les voy a contar queda entre nosotros, ¿va? y lo cuento porque hace falta sacarlo, expulsarlo lo más rápido posible, porque si no lo hago me va a volver loco.
Pueden burlarse si quieren, no me importa. Lo que pasó es real y no miento. Si no me creen pues tampoco me importa mucho. Yo se lo que oí, lo que vi y lo que sucedió.
Ese cubículo quedó cerrado y solitario después de ese episodio. Pasaron los días. Ya no venía nadie. Entraba yo a mi espacio y no saludaba a nadie (pues no había nadie más) y cuando salía, ya algo entrada la tarde, cruzaba el pasillo en silencio, acompañado sólo por el eco de mis pasos.
Nadie más. Ni el conserje que debía de limpiar mi oficina iba. Raro, ¿no?
Bueno, pues hace unos días estaba casi por irme... cuando de pronto se escuchó un gruñido... un ruido muy bajo, casi como un eructo:
-¡BUURRPP!
-huh?
-¡BUUUURRRPP! GRRRRR...!
Pensé que podría ser alguien que estuviera en esa oficina, al lado de la mía. pero, ¿quién? ya no iba nadie ahí! Pensé en asomarme, pero... para qué? no se había oído movimiento en todo el día. De hecho tenía más de una semana que sólo asistía yo a esas oficinas.
La mente juega trampas. Algunas muy sucias, saben?
Por un momento pensé que podía ser algo más... un ser malvado, una criatura innominable de los oscuros yermos, o tal vez un temible orco salido de un horrible lugar, de Mordor, tal vez, o de la colonia del Montecillo aquí en PuebloQuieto.
Guardé silencio. Empecé a temblar un poco. De pronto mis sentidos se intensificaron.
-¡BEEERRRPP! FZZZZZZ!
Se oyó un leve sonido sibilante. FIZZZZZZ...!
-¡BUUORRP!
De nuevo el sonido de siseo...
Empecé a imaginarme lo peor.
Algo estaba ahí, cerca, conmigo. Algo terrible que nadie había visto nunca jamás. Criatura nefasta, temible ser de increíble maldad aguardando a que me descuidara. Aguardaba agazapado, esperando. Tal vez tuviera esperando mucho tiempo. Tal vez me había visto a través de los días, cruzar el pasillo, entrar en mi oficina, y tal vez se había agazapado al verme. Ocultándose. Esperando por el momento oportuno.
Cuando me descuidara.
El sonido cambió. No se como describirlo con exactitud. Creo que lo más cercano a describir su sonido sería decir que sonaba a pedos.
-PRRRRTT!
y luego
-¡BRRRT! FZZZ!
Noté que muy por debajo se percibía un olor. Casi no se notaba, pero ahí estaba. Era un olor acre, nauseabundo, pestilente. El olor de la muerte.
Intenté moverme. Piensa con claridad, carajo! piensa rápidamente y con claridad antes de que la bestia saltara sobre mí. Si no lo hacía probablemente al otro día nadie sabría que pasó, pues ya nadie iba por ahí.
Tal vez dentro de una semana o dos que el conserje volviera a ver si se había juntado mucho polvo y basura en los botes decidiera abrir la puerta de mi oficina...
Y no me encontrara. Tal vez encontrara un zapato, o mis llaves tiradas.
Paralizado, no supe cuánto tiempo pasé ahí de pie. Atento. Escuchando con los nervios como cuerdas tensas a punto de reventar...
Hasta que empezó de nuevo la pinche musiquita.
Pinche panzón. Eructaba y se pedorreaba. Que ser tan asqueroso, neta.
Etiquetas:
Cuentitos,
Fenómenos,
Quejumbroso Yo?
jueves, enero 03, 2008
Seguir Patinando
Después de dejar a la deriva a mis tres lectores es que se me ocurre regresar a mi blog... tal vez es que no tenía mucho que decir... y no es que hoy si lo tenga, más bien lo que tengo es tiempo, un poco.
Pasó el día de navidad.
Me descalcé. Fui al parque, me descalcé y me puse mi flamante auto-regalo:
Que sensación es patinar, la neta... Al principio me dio algo de pena, pues en el parque había puro escuincle con sus papás (de mi edad, aprox, jajaja)... pero luego que vi que me la estaba pasando chido y que no había olvidado como se hacía me dio mucha alegría... ¡iba volando! dando vueltas en el parque. ¡ZUUUMMM!
Hasta filosófico me puse. Un poquito. Y muy barato.
Recuerdan este post? Fue hace un año exactamente!
Bueno, yo si lo recuerdo... (¡ouch!) en ese entonces nada más podía colmar mejor una cadena de acontecimientos bastante nefastos. Aunque había muchas cosas muy buenas en mi ruta, las malas eran realmente malas. Ya me estaba desesperando, neta.
Y ¡Desde entonces también ya quería hacerme de mis patines! Por alguna razón no los buscaba, no me preocupaba en lo más mínimo. Hasta que me decidí. Y la verdad es que me hice muy buen regalo. ¡A patinar! Dije.
Tal vez a eso se reduzca todo. A levantarse cada vez que uno se da en la madre contra el duro suelo... a veces hasta se hace uno raspones de cuidado, y duelen, y se notan... algunos amigos ven el trancazo y sólo fingen demencia, prefieren no meterse, dicen.
Otros ven el ranazo y de inmediato surgen comentarios "es que así no era, ue! perdiste el equilibrio!" o "deberías de hacerle así... o así.."
Claro que nunca falta aquél que dice "te lo merecías por güey" Bah... Y todavía se acomoda a ver si te vuelves a tropezar de nuevo para ver esta caída desde butacas preferentes.
Y claro, tampoco faltan los que se alarman un poco y se acercan a ver si estás entero y no fue más que un susto o un buen raspón, pero que no te rompiste el cuello y te ayudan a ponerte de pie. Te sacuden y te dejan volver a intentarlo, aunque no te quitan el ojo de encima. Discretamente, claro.
Patinar es otro asunto. Es arriesgarse. Superar las caídas, curarse los raspones y, ¿por qué no? incluso a veces hasta atenderse una posible fractura. Cuando era chavalillo me di un buen golpe patinando por casa de mi abuela, luego un mastodonte tuvo a bien caer sobre mi antebrazo derecho con sus 100 kilos de rock para partirla. ¿El resultado? un yeso que me duró todo el verano... bien divertido que la pasé con ese yeso... ¡Todos mis compas lo firmaron!
Jajajaja, alguna vez se me ocurrió "guardar" monedas en ese yeso. Lo usaba de "escondite secreto" Lo malo es que por meter la moneda entre el yeso y el brazo una vez se fue tan dentro que no la pude sacar. La comezón era increíble. Todavía era más increíble la picazón cuando hacía calor (¿dije que era verano? si, ¿verdad?) y me sudaba el brazo. Chale. ¡Que niño tan entelegente!
Pero me lo tuvieron que quitar. Tarde o temprano.
El hueso soldó. Cuando abrieron el yeso se oyó un "clinnnk! y la moneda salió rodando por el piso. Era de 10 pesos. Estaba limpiecita, limpiecita. El doctor se meaba de risa. Prometí no volver a usar un yeso, y si lo hacía alguna vez, no utilizarlo de escondite.
Los golpes sanan. Las heridas cierran. Los raspones se curan.
El asunto entonces, es si se decide a tomar de nueva cuenta ese par de patines, a fuerza deben de calzar bien... entonces uno se descalza de prejuicios y se pone las ruedas de nuevo. Se levanta, manotea un poco al aire (para agarrar equilibrio, ya saben) y levanta la mirada hacia la pista o hacia adelante.
Siempre adelante.
Se toma algo de vuelo, y se lanza uno sin más que buenos deseos, con la ilusión de no azotar pronto, de lograr una buena velocidad, y mover un pie, luego el otro. Para después ir veloz, veloz.
Ya vendrán después las piruetas.
2007, chinga tu madre. No fuiste malo... pero ya te fuiste. Así que foc yu.
Bienvenido, 2008... ¿qué traes de nuevo?
Pasó el día de navidad.
Me descalcé. Fui al parque, me descalcé y me puse mi flamante auto-regalo:
Que sensación es patinar, la neta... Al principio me dio algo de pena, pues en el parque había puro escuincle con sus papás (de mi edad, aprox, jajaja)... pero luego que vi que me la estaba pasando chido y que no había olvidado como se hacía me dio mucha alegría... ¡iba volando! dando vueltas en el parque. ¡ZUUUMMM!
Hasta filosófico me puse. Un poquito. Y muy barato.
Recuerdan este post? Fue hace un año exactamente!
Bueno, yo si lo recuerdo... (¡ouch!) en ese entonces nada más podía colmar mejor una cadena de acontecimientos bastante nefastos. Aunque había muchas cosas muy buenas en mi ruta, las malas eran realmente malas. Ya me estaba desesperando, neta.
Y ¡Desde entonces también ya quería hacerme de mis patines! Por alguna razón no los buscaba, no me preocupaba en lo más mínimo. Hasta que me decidí. Y la verdad es que me hice muy buen regalo. ¡A patinar! Dije.
Tal vez a eso se reduzca todo. A levantarse cada vez que uno se da en la madre contra el duro suelo... a veces hasta se hace uno raspones de cuidado, y duelen, y se notan... algunos amigos ven el trancazo y sólo fingen demencia, prefieren no meterse, dicen.
Otros ven el ranazo y de inmediato surgen comentarios "es que así no era, ue! perdiste el equilibrio!" o "deberías de hacerle así... o así.."
Claro que nunca falta aquél que dice "te lo merecías por güey" Bah... Y todavía se acomoda a ver si te vuelves a tropezar de nuevo para ver esta caída desde butacas preferentes.
Y claro, tampoco faltan los que se alarman un poco y se acercan a ver si estás entero y no fue más que un susto o un buen raspón, pero que no te rompiste el cuello y te ayudan a ponerte de pie. Te sacuden y te dejan volver a intentarlo, aunque no te quitan el ojo de encima. Discretamente, claro.
Patinar es otro asunto. Es arriesgarse. Superar las caídas, curarse los raspones y, ¿por qué no? incluso a veces hasta atenderse una posible fractura. Cuando era chavalillo me di un buen golpe patinando por casa de mi abuela, luego un mastodonte tuvo a bien caer sobre mi antebrazo derecho con sus 100 kilos de rock para partirla. ¿El resultado? un yeso que me duró todo el verano... bien divertido que la pasé con ese yeso... ¡Todos mis compas lo firmaron!
Jajajaja, alguna vez se me ocurrió "guardar" monedas en ese yeso. Lo usaba de "escondite secreto" Lo malo es que por meter la moneda entre el yeso y el brazo una vez se fue tan dentro que no la pude sacar. La comezón era increíble. Todavía era más increíble la picazón cuando hacía calor (¿dije que era verano? si, ¿verdad?) y me sudaba el brazo. Chale. ¡Que niño tan entelegente!
Pero me lo tuvieron que quitar. Tarde o temprano.
El hueso soldó. Cuando abrieron el yeso se oyó un "clinnnk! y la moneda salió rodando por el piso. Era de 10 pesos. Estaba limpiecita, limpiecita. El doctor se meaba de risa. Prometí no volver a usar un yeso, y si lo hacía alguna vez, no utilizarlo de escondite.
Los golpes sanan. Las heridas cierran. Los raspones se curan.
El asunto entonces, es si se decide a tomar de nueva cuenta ese par de patines, a fuerza deben de calzar bien... entonces uno se descalza de prejuicios y se pone las ruedas de nuevo. Se levanta, manotea un poco al aire (para agarrar equilibrio, ya saben) y levanta la mirada hacia la pista o hacia adelante.
Siempre adelante.
Se toma algo de vuelo, y se lanza uno sin más que buenos deseos, con la ilusión de no azotar pronto, de lograr una buena velocidad, y mover un pie, luego el otro. Para después ir veloz, veloz.
Ya vendrán después las piruetas.
2007, chinga tu madre. No fuiste malo... pero ya te fuiste. Así que foc yu.
Bienvenido, 2008... ¿qué traes de nuevo?
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