Pues ya. Eso era. Materialmente lo habían empujado a la desgracia. Sin dinero, sin trabajo, sin suerte, sin nada.
El Santa seguía sonando su pinche campanita. Pedía lana con un botecito mientras sonaba su campana una y otra vez. La música se elevaba en notas cada vez más estridentes, la gente pasaba impasible, caminaba de una manera que parecía estática. Raro, ¿no?
Todo se volvió borroso y oscurecía poco a poco. ¿Era la tarde? ¿o la visión? No importaba. El frío comenzaba a calarle. Esperó paciente en una esquina, cubriéndose del viento helado. Tanteando sus bolsillos descubrió un billete de 100 pesos doblado en cuadrito. Tenía esa manía. Doblar billetes para hacer una especie de bolsita. Así había perdido varios, por hacerlos tan pequeños se le perdían. En esta ocasión salió ganando, jajaja. El ratero no lo vió. Jojojo.
Con su billete de 100 pesos fue a la tienda más cercana. Iba a comprar unos cigarros y cualquier otra cosa, tal vez un seis de botes de cerveza. ¿Para qué otra cosa le podían servir 100 pesos en ese momento? Pero fue en ese momento que se le acercó un chavito, le enseñó una navaja de muelle bastante impresionante. Cuando la accionó y la hoja brillante salió haciendo "Shhhickk!" dio un pequeño respingo. Estaba muy afilada.
-Ahí lo que me quiera dar, jefe. Lo que sea, de veras.
Le dio los 100 pesos y se fue con la navaja en el bolsillo. No supo a ciencia cierta porqué pagó ese dinero por el objeto, pero supuso que le duraría más que un paquete de Marlboro y unas cervezas. Igual y le servía más también. Luego decidiría para que.
Caminó de regreso por la calle, decidió meterse por un callejón pequeño que lo cubriría un poco más del frío. -Total, ni modo que me asalten, ¿verdad? -pensó tratando de reír un poco. No lo consiguió. Entró en la callecita que al parecer desembocaba a unos 40 metros más adelante en una avenida principal. Cuando vio al Santa con la barba jalada a un lado, sentado en una llanta vieja en el piso, comiéndose un par de quesadillas. Tenía en el piso también un par de botes de Modelo. Uno estaba abierto.
Se acercó con toda naturalidad y le dijo al impostor "Eh, compi, regálame ese bote que te queda" a lo que el Santa espurio (jajaja) le contestó "no maamee! sáquese a la chingada o lo madreo, órale cabrón!..." Apenas iba a seguir su camino cuando escuchó que el Santa terminó la frase con un "... pinchi pendejo más jodido me cai". Cuando sintió que la sangre se le agolpaba en las sienes. Tensó las manos y para que no se notara las metió a los bolsillos... ahí sintió el mango de la navaja... cuando volteó a ver de nuevo al Santa ursurpador, éste le dijo "que no me oyes? pinchi jodido? órale a dar lástimas a otro lado!"
Sin que meditara mucho al respecto, sólo vió como su mano se extendía afuera de su bolsillo. No lo podía entender, parecía una de esas tomas en slomo que uno ve en el cine, la mano se mueve en silencio hacia arriba, el dedo acciona el muelle, la navaja sale haciendo ese ruido tan peculiar y todo parece tan irreal...
El Santa retrocedió. No cabe duda que era un Santa falso, pedote y joto porque aparte de todo también se vio bastante cobarde.
-Eh, compita, tranquilo, güey! no es para que la hagas de pedo...! si quieres llévate el bote! empezó a balbucear el cobarde con la barba de lado mientras retrocedía. El plato desechable con las quesadillas cayó al suelo, sin querer pateó el bote cerrado que avanzó unos pasos rodando lentamente. El bote se detuvo con el muro.
Decidió que no le importaba ni la cerveza ni las quesadillas. Importaba acabar con un pendejo como ese que tenía enfrente disfrazado de Santa, con la barba jalada a un lado y cayendo de espaldas sobre un montón de llantas viejas. Importaba desquitar su coraje y frustración contenidas. Aunque bueno, tal vez el pendejo ese ni culpa tenía...
Se abalanzó sobre él y descargó su furia repetidas veces, una otra y otra vez la navaja bajó y subió arrancando pequeños trozos de llanta, mientras el Santa falso aullaba imaginándose que era a él a quien apuñalaban una y otra vez.
Se levantó. Accionó el muelle de la navaja para ocultarla dentro del mango.
-¡No mames! pensé que me ibas a quebrar cabrón! ¡no mameees!
- No vales la pena.
- ¿Qué?
-Adiós pendejo. Ninguno como tu vale la pena. Ni estas fechas. Nada de esto importa, pero si tengo oportunidad haré que te orines de nuevo sobre tu trajecito.
Se alejó lentamente, mientras pensaba que sería buena idea ir a la tienda de juguetes más grande de la ciudad, en ella trabajaban unos tres tipos disfrazados de Santa.
De hecho pensaba que sería buena idea ir acabando con todas esas imágenes falsas que había de la navidad. La navidad apestaba. Era una colección de falsedades, de mentiras y de burlas.
Aunque fuera de a mentiritas. Total, el grinch de la navidad era también de a mentis. ¿No?
FIN.
(La neta es que no tengo mucho tiempo para seguir redactando... aquí si me vi como Guffo, que también terminó su cuentecito abruptamente, y las fechas navideñas se están pasando, y como ando de peda en peda pos... por eso puse FIN)
Fecha límite para recibir mentadas de madre hasta el 2 de enero de 2007.
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