viernes, agosto 09, 2013

Centro de oportunidades… sí cómo no.

No, no he estado inactivo. Es que blogger es como una exnovia a la que extrañas, pero ya no ves. O por lo menos no lo ves como antes.

Sin embargo, este espacio no se muere, mis amigos. Les iba a pegar un link de otro sitio donde escribo semanalmente, pero primero uno de los textos que podrán leer allá:

Centro de Oportunidades…Sí, cómo no…
En la “vulka” se puede ver de cerca el tiempo pasar. A veces corre muy lentamente: el día va pardeando y la espera desanima por saber que el regreso a casa será con unos pocos centavos en la bolsa y muchos callos en las negras manos.

A veces, cuando la chamba es tupida no se da uno abasto. Y consideras seriamente hacerte de un chalán para que te ayude, se gane unos pesos y puedas abarcar más carros en un día. Pero en días como hoy, cuando no se paran ni las moscas y no hay mucho por hacer entonces te pones a pensar si tiene sentido mantener el negocio abierto. Gastando luz. Por más que te vaciles a la chamaca de los abarrotes y por más vueltas que le des a las páginas de un libro o una revista no puedes evitar pensar en el tiempo que se escurre. Se fuga lentamente como el aire de una llanta ponchada. A veces no lo notas y hasta que te das cuenta la llanta está en el piso y otras el silbido no te deja en paz, suena y sabes que se desinfla poco a poco.

Ayer pusieron un anuncio frente a la vulcanizadora: Dicen que la ciudad es número uno en seguridad, en oportunidades de trabajo, en competitividad y que es un lugar ideal para vivir. Te dan ganas de invitar a los que hacen esos anuncios a que te ayuden en la “vulka” un sólo día: Cargar llantas, desmontar rines, buscar clavos o pijas encajadas y retirarlos, preparar los parches, cargar el gato hidráulico, cuidarte de no ser atropellado por los taxistas. Darte prisa en entregar la llanta, ir a cambiar a la tienda el billete que te pagan, machucarte los dedos con la barra de acero, inflar una llanta recién parchada esperando que no te reviente en la cara y al terminar el día poder cerrar el negocio sin que te caiga la banda pidiendo la cuota semanal, caminar por las calles echando siempre una mirada hacia atrás para verificar que no te sigan y así pasar a la panadería y gastar lo poco que ganaste en el día en leche, huevo y pan para la cena. Al llegar tu señora te notifica de los pagos que siguen pendientes y armándote de paciencia decides no hacer bronca.

Eres contador público, pero resulta que el mercado está saturado de profesionales de tu campo. Tu papá te enseñó a trabajar desde chico en la vulcanizadora, así que cuando murió te encargaste del negocio. Vives en una colonia de la periferia porque a pesar de que a veces ganas bien, es un ingreso que no es seguro, así que pagas una renta pequeña y aunque en la familia son cinco, ahí la llevan. Ya llevas un dinerito reunido y piensas que por fin podrás sacar del taller tu viejo carro y echarlo a andar.
A veces quieres decirle a tu señora que te ayude con los gastos, pero bastante chamba tiene con los niños pequeños, así que empiezas a pensar en buscar otro trabajo, que sumado al de la vulcanizadora y al puesto de tacos que en las noches pones afuera de la casa te dejará más dinero.

Así que a veces si la chamba está baja como hoy, te pones a pensar en esos anuncios que publican… ¿Tierra de oportunidades? ¿Cruce de caminos? ¿Ubicación privilegiada? ¿Centro de negocios?

Sí, cómo no.

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(Este texto y otros más los podrán leer semana a semana en

www.laorquesta.mx

namás hacen scroll hasta abajo donde aparecen los colaboradores y ahí aparezco con mi nombre real: Arturo Haro)





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