martes, diciembre 10, 2013

¿en qué trabaja el muchacho? Fabricante de cajas de cartón

Me ha costado algo de trabajo recordar algunos de los trabajos que he tenido. No siempre por mi mala memoria, sino porque recordar algunos pasajes de la vida no siempre es tan agradable. No obstante, recordé con claridad la época en que tenía algo así como 150 pesos por capital y tenía que hacer frente a gastos como renta, agua, luz, teléfono, etc. Algunas otras iniciativas de trabajo que tuve habían fracasado memorablemente, así que en medio de la desesperación me dieron un regalito envelto en una caja de cartón corrugado. Chocolates. Cuando lo que me urgía era dinero. Chocolates envinados que me acabé en 10 minutos.

Agradecí el regalo de todas formas, y mientras me terminaba los chocolates empecé a observar la caja en la que venían. Algo similar a esto:



 (imagen que robé descaradamente de por ahí, no hemos matado a nadie)

Si bien la cajita era simpática, la manufactura dejaba mucho que desear (de esa caja, no de las de la foto) así que la desarmé toda en partes para ver por qué fallaba: las piezas mal cortadas, el pegamento no era el apropiado para el material, la pintura tampoco, etc. Recordé que tenía entre mi basurero de materiales de todo para hacer una prueba, así que la hice. Y la cajita que hice me quedó mucho mejor ensamblada, así que decidí invertir mis 150 pesos en más material, pegamentos y pintura. Hice mi patronaje para las piezas y por supuesto que optimicé los recursos. Suena muy ñoño, pero es increíble lo que hace el diseño por este tipo de trabajos: saber utilizar las herramientas y los recursos adecuados: navajas nuevecitas para el corte, brochas y pinceles para el pegamento y la pintura. Cortes para ensamble que facilitaron el armado y por fin terminé con algo así como sesenta cajas en dos diferentes tamaños y de tres diferentes modelos. Como sólo tenía pintura roja, las tapas de las cajas (redonda, cuadrada y de corazón) fueron el detalle de color de las piezas. Con el tiempo fueron reconocidas por ese "detalle"... nunca hice cajas totalmente coloreadas.

Ahora a vencer la pena de ir de tienda en tienda con mis bolsas de cajas a ofrecerlas al detallista. Obvio que hubiera preferido poner un local, pero con los doce pesos que me habían sobrado de la compra de todo no me alcanzaba por más que traté de convencer al rentero de que era un precio justo.

Así que aguantándome la vergüenza (en otro post les cuento acerca de esta horrible sensación) probé a ir de tienda en tienda. No tuve que pisar siquiera el tercer negocio: Vendí todo en algo así como diez minutos. Uno de los negocios me pagó por adelantado y el otro "a consignación" pero les di mi teléfono y me llamaron a los cinco días: uno para pagarme y ambos para ordenar más cajas.

Al los dos meses de iniciar ese negocio ya tenía varios encargos: Un total de ocho tiendas para surtirles cajas ya "de fijo" Les había gustado la calidad del producto. Algunos incluso querían que "les pasara el contacto directo" Así que decidí inventar una de mis primeras marcas con logotipo y todo: ah! cajas y empaques. Yo mismo hacía la impresión en serigrafía de las etiquetas en papel kraft que pegaba en la base de las cajas con mi número telefónico. Les daba un aspecto mucho más profesional. Empecé a cotizar la manufactura de bolsas interiores de papel celofán "para darle más caché"

Para ese entonces ya tenía varios modelos más (en tres tamaños, pequeño, mediano y grande):
Corazón
Circular y tubular
Hexágono
Cuadrada
Folding (con tapas flexibles que "se anudaban" con un hilo trenzado de papel de color)
Ovalada
Rectangular

Y me encontraba haciendo pruebas con los tamaños Premier y Jumbo (jajajaja)

Varios de los clientes me comentaban que les gustaría tener cajas de tal o cual forma o tamaño para que pudieran caber los osos de peluche gigantes, globos, figuritas y cuanta cursilería vendían en sus tiendas de regalos, así que yo evaluaba la viabilidad de generar más "líneas" de productos y si le veía posibilidades las hacía y me las compraban. Para ese entonces ya tenía que manejar órdenes de pedidos y blocs de recibos de pagos.

Lo que nunca me gustó fue la chinga que me ponía haciendo las cajas. Siempre he hecho la "talacha" con gusto: me gusta el trabajo manual. Pero aunque me divertía con un par de cervezas haciendo cajas el gusto no me podía durar mucho tiempo más.

Eran noches de verdadero desvelo midiendo y recortando a mano. Pegando tapas. Y aunque nunca lo hice yo solo, tuve que considerar mandar maquilar diversas piezas para que alguien más me hiciera los cortes (suajes) de las piezas, con tal de incrementar la produccion. Contraté a parientes y amigos para que hicieran el pegado y armado. En mi casa tuve que acondicionar un área como bodeguita y espacio de trabajo. Al poco tiempo empecé a ver por todos lados las "imitaciones" de mis modelos. Algunos clientes quisieron verse muy listos y empezaron a producir sus propias cajas, así que de pronto ya me vi enmedio de la especulación, el regateo y los malos tratos por parte de quienes compraban mis cajas. Empecé a tener problemas de liquidez nuevamente y lo que había sido un negocio productivo y divertido se convirtió en un problema más.

Conociéndome supe que el negocio que me había abierto tantas posibilidades y me había salvado de la quiebra durante casi medio año iba a tronar, decidí acabarlo yo mismo. Terminé de fabricar las cajas que pude con todo lo que tenía en "la bodeguita" y salí con desgano a venderlas. Tardé una semana en colocar LA MITAD de las cajas. Para esas fechas ya me había movido con varios contactos para conseguir un trabajo de medio tiempo en un negocio de diseño gráfico y tenía que ver cómo hacer para terminar mi licenciatura.

Podría seguir contando esta historia hasta lograr recordar con claridad qué fue lo que sucedió que sirvió como "puntilla" del negocio, pero termino de una vez aquí haciendo memoria de esos buenos días donde fabricar como maquinita cajas de cartón corrugado me ayudó a salir del hoyo. Aún hoy a veces me pongo a recordar esos tiempos y no puedo dejar de sonreír con nostalgia.

domingo, septiembre 15, 2013

…en qué trabaja el muchacho? Cajero de la Comer

Hace más de veinte años que decidí emplearme en algo en vacaciones. El asunto es que todo mocoso de menos de veinte requiere de algo de independencia y sobre todo, traer algo de dinero en el bolsillo para poder invitar a alguien a salir, comprarse discos, ropa… sentirse un poco más dueño de ciertas situaciones, pues.

Cansado de lavar el carro de mi madre por una pequeña propina (además por más que intenté convencerla, mi mamá nunca creyó necesario que le lavara el carro dos veces al día) y de ayudar a mis tíos en la carpintería busqué un trabajo sencillo que no me demandara mucho esfuerzo, y que me dejara un par de días libres a la semana. Así que fui a dar a la Comercial Mexicana. Por un tiempo.

La empresa solicitaba escuincles para los puestos de cajas. Mi mamá pensó que yo quería meterme de «cerillo» pero cuando le conté que me habían aceptado como cajero se quedó callada. Tal vez temía que me gustara ese trabajo y en lugar de sólo hacerlo durante vacaciones de verano decidiera hacer carrera como experto tecleador de precios, porque tal vez algunos no lo recuerden, pero los códigos de barras aún no existían en PuebloQuieto, donde vivía. Así que después de una semana de "entrenamiento" en la que te ponen a trabajar sin paga me entregaron mi flamante gafete y chaleco naranja. Entraba a las ocho de la mañana y salía a las cuatro de la tarde.

Recuerdo bien esos días en los que pasaba horas de pie saludando a señoras con una sonrisa y el clásico «¿Encontró todo lo que buscaba?» aunque nunca le vi sentido a la pregunta, porque me hacían anotar en un cuaderno aquellos artículos que las señoras copetudas me reclamaban no haber encontrado, pero mis jefes nunca revisaban esas notas. Una señora me dijo alguna vez que no había encontrado su crema para las várices y a pesar de mi cara de horror me enseñó las gordas piernas moradas que tenía. Después de sobreponerme de la impresión y tomar un té de tila y el migajón de un bolillo le dije que tomaría nota y aunque frunció el ceño y me dijo que eso no servía de nada la despedí con una sonrisa. Como se fue muy molesta, olvidó una caja de galletas finas. Le hablé para decirle pero no me hizo caso, así que llamé a un «cerillo» y le dije que me guardara las galletas en paquetería y me trajera la ficha. ÑAMMM.

Obvio el escuincle se las robó. Dicen que «ladrón que roba a ladrón…» aún así llamé a la supervisora para delatar al terrorista infantil y por supuesto que esa noche ella fue la que llevó galletas para la cena a su casa.

Como dije arriba, en el periodo preclásico no había códigos de barras en los productos. Así que todas las etiquetas tenían el precio y un código numérico en la esquinita. Uno tenía que teclear primero el código (24 para ferretería, 42 para jardinería) y luego el precio del producto. Imagínense cuando uno veía a un cliente formado con dos carritos de mercancías…

Como sea, el trabajo no era tan malo. Aunque pronto me di cuenta de una profunda injusticia: Al pagar los clientes a veces sobraba cambio: moneditas de a peso, de cincuenta centavos. Y no siempre se les podía entregar el vuelto completo, así que al terminar el día lo más probable es que hubiera algo de sobra en las cuentas, como nos hacían revisión de los bolsillos al entrar a trabajar en la mañana y antes de dejar la caja no podía guardarme nada. Yo llegaba a la caja general a hacer el corte del día, entregaba los tickets de la caja y las bolsas con dinero, así como el reporte de venta. La supervisora revisaba el ticket, hacía cuentas y me despedía con cara de jugadora de póquer: «Estás bien, que descanses» y cuando faltaba dinero me decía «Te faltan diez pesos» «Faltan ocho pesos» entonces me parecía muy injusto que sólo me dijera cuando me faltaba dinero, porque lo tenía que poner de mi bolsa. Así que decidí tomar diario una propina extra de treinta o cuarenta pesos para mí.

Al llegar al corte de caja del día la encargada me decía «Te faltan quince pesos» y yo con gusto los sacaba y se los daba, quedándome con el resto como pago adicional por soportar señoras latosas o clientes que te tratan como basura. Entonces salía con una sonrisa del trabajo y compraba un refresco y unas papas en la tienda de la esquina. Mi incipiente carrera como defraudador hormiga pintaba de lujo. Con ese dinero quizá hasta podría abrir una cuenta en las islas Caimán y dejar de preocuparme cuando pensara seriamente en jubilarme. Hasta que la División Táctica y de Investigaciones de la Comer (algo así como el FBI local) descubrió mis pequeños fraudes y me dijeron que lo que hacía era un delito. Me metieron en un cuerto pequeño para interrogarme y después de la rutina del policía bueno y el policía malo, me dejaron ir, arrepentidísimo de mi mal proceder.

Entonces tuve que volver a entregar completito el dinero y recibir un «ok, está bien, puedes irte» de parte de la supervisora que contaba ell dinero todos los días… Por supuesto que investigué quien se quedaba con esos sobrantes, porque en un cálculo rápido tomé en cuenta que en ese entonces había como veinte cajas que hacían mínimo dos cortes generales diarios. Tal vez no resulte mucho dinero, pero si lo multiplicamos por día, por los treinta días de un mes… ok, olvídenlo, sé que las matemáticas no se les dan muy bien.

No todo era gris, porque recuerdo muy bien el día que uno de mis amigos fue a comprar un disco de Metallica (creo que en aquellas fechas era el de And justice for All, una joyita bastante cara) y con el aplomo que me caracteriza tecleé algo así como veinte pesos en la clave 14 (frutas y verduras) y mii cuate se fue muy contento. Todavía le pregunté si «había encontrado todo lo que buscaba» y con una sonrisa de oreja a oreja me dijo que sí. Ese día valió como ningún otro.

Dejé un par de buenos amigos y amigas en esa tienda. Pero tuve que entrar de nuevo a clases y mi carrera como cajero quedó truncada.

Y eso también es muy bueno.

domingo, agosto 25, 2013

Otro post viejo

Escarbando en mis antiguos posteos me encontré éste que me recuerda mis años de escuincle, lo escribí en 2006. Hace siete años, a ver si les gusta:

jueves, mayo 11, 2006

El mercado

Recuerdo bien el mercado de por la casa de mi abuela.

Por las mañanas se oía un desafinado saxofón y los golpes de una cuerda de tololoche acompañando alguna canción cuando los músicos callejeros recorrían las fondas que a esas horas o tenían algunos estudiantes desayunando un licuado y Corn Flakes o a unos briagos desmañanados curándosela con un platazo de menudo bien caliente.
Los músicos por lo general si andaban bien vestidos, con chaleco y sombrero para cubrirse del sol que a medio día seguro les iba a picar en la cholla. Algunas orquestas de estas se formaban por un volinista, un bajista y un guitarrero, otras preferían un saxo o un "pitero" que le sonaba bien gacho al clarinete, pero pues ya tapándose unos con otros las canciones sonaban decentes. Cobraban por canción y a veces tocaban más de tres en algun changarro, para levantar todo luego y caminarle tantito al de al lado.

Sólo veía que barrían por las mañanas muy temprano. Las doñitas llegaban y se organizaban, tu atiendes, yo limpio mesas y pongo a calentar los guisos.

Había de muchos guisos y lo chido era que te podían preparar lo que quisieras.
Doña Irene preparaba unas quesadillas fritas en aceite, hacía de queso, de papa, de queso con chorizo, de frijoles... y a todas les ponía un relleno enorme de lechuga, que tenías que buscar los restos de queso o de papas entre la yerba, jajaja. Lo malo era que Doña Irene no abría en las mañanas, porque aparte de tener la fonda era maestra en una primaria. Tuvo que trabajar mucho después de que su viejo la dejó por irse al gabacho a conquistar a los gringos (o a las gringas? sepa)
A doña Irene le ayudaba su hija, Laurita. Una chava de unos 16 o 17 años que no estaba nada mal, tenía una carita bien bonita, y además siempre olía a perfume, pero supongo que a mis 12 años me veía como un escuincle cualquiera.

Yo me esperaba para que me atendiera Laura. ¿Se daría cuenta de que lo hacía a propósito?

Como sea, lo bueno de llegar a una fonda es que no te atendía la doña fríamente y sin atenciones. No tal parecía que llegabas a tu propia casa o a casa de algún compa, porque luego luego que te sentabas a la mesa te preguntaban "¿Que le sirvo mijo? ¿no se le antojan unos huevitos rancheros? o si quiere le preparo unos sopes, pero esos se tardan"... Cuando traía dinero y me salía de la casa de mi abue temprano sí pasaba por ahí y me recetaba un cereal y un huevo estrellado acompañados de un café de ese que muchos venden con el sobrenombre de "de olla".

Mientras, afuera, los músicos acompañaban en la fonda de al lado a una pareja que había pedido pozole para desayunar. Traían un par de caguamas envueltas en bolsas de papel porque así no se nota que están chupando a plena luz del día y en la calle. Nadie se da cuenta. De seguro se la habían amanecido de una pachanga en pleno jueves... un baile donde igual y apenas se habían conocido y terminaron perdiéndose de sus demás amigos... igual y acabaron fajando en el carro de él.

¡tarararán tan tan tan! sonaba el bajo cuando el ruquito de los dedos ya llenos de callos le daba de jalones a las cuerdas, mientras buscaba donde acomodarse con su instrumento para no estorbar la pasada de los carretilleros y los gueyes que empujaban diablitos llenos de huacales de frutas y verduras..."¡¡GOOLPEE!!" se escuchaba cuando pasaban los cargadores. Algunos ni avisan a gritos sólo van chiflando de vez en cuando.

-¿Más tortillitas mijo? ¿no se le han enfriado esas que tiene ahi?
-No, señora, gracias...
-¿Más café? ¿no le gustó? ¿le sirvo mejor un chocolate?
-Si me gustó, pero está muy caliente, ahorita me lo termino
-¿Quiere una fruta? ¿Agua?
-No gracias, de veras
-Bueno, si se le ofrece algo me avisa
-Gracias

Y la señora se daba la vuelta para ir a acomodar el gancho de alambre que tenía como antena de su tele, porque la imagen ya estaba dando vueltas hacia arriba, tanto que mareaba a la vista. Acomodaba la antena y le subía al volumen girando el botón y atorándolo en su lugar con un pedazo de papel que servía para que no se moviera el volumen.

Apenas alcanzaba a llegar a la escuela. A veces me entretenía oyendo a los músicos. A veces me daba de vueltas entre los puestos de baratijas o de revistas. Pero recuerdo bien que me ahorraba el dinero que me daban para comprar en la cooperativa de la escuela y cuando juntaba bastante para irme a desayunar al mercado prefería hacerlo. De todos modos las tortas frías de jamón que vendían en la escuela sabían bien gacho.

viernes, agosto 23, 2013

Post viejito 1

Cumpliendo con parte de mi promesa les traigo un post viejito viejito, pero bonito. Esto lo redacté en diciembre de 2005…!

De hecho considero que ya no escribo así (tal vez escriba PEOR, jajaja) pero me trae buenos recuerdos. Ojalá les guste:

















Las Quinceañeras (o los peligros del ridículo)

Recordaba que muchas veces tuve que ir a tocar a eventos como Bodas y Quince Años... Uno tiene en ocasiones oportunidad de ser testigo de horripilantes escenas, todas ellas fruto de la "creatividad" de los que organicen la fiestecita, ya sean los papás, o el "coréografo" (así le dicen al jotín que hace ensayar ridiculeces a la de la fiesta y a los chambelanes) o que en el peor de los casos son producto de ideas de los parientes, amigos y hasta de la quinceañera.

Por eso decidí hacer mi propia lista de

Tarugadas inútiles, ridículas y absurdas que no se deben hacer en unos Quince Años

1.- En los Quince Años se baila un vals. No considere a jotitos como Chayanne o Ricky Martin con sus rolitas cursis, rositas y espantosas como "pista" para que la bailen como vals.
2.- Evite que la escuincla quinceañera haga acrobacias en su baile. Si la morrita pesa más de 70 kg. es mayor el riesgo de un azotón. Olvide la regla esa que dice que la extravagancia en los pasitos de baile debe ser directamente proporcional a la gordura de la festejada. Es mentira.
3.- A menos que pertenezca al ejército alguien de la familia, considere que es absolutamente ridículo que los primitos, amigos y el galán de la quinceañera vistan así:














Aplica también para el uso de uniformes "de utilería", espaditas "de mentiras" y demás elementos falsos.
4.- No es "original" hacer que la quinceañera salga desde dentro de una cajota de regalo. Tampoco permita que le hagan "cortinas de humo" o entradas espectaculares. La pirotecnia se usa en ferias, corridas de toros y fiestas patronales en ranchos. No en un salón lleno de invitados.
5.- Tampoco es "novedoso" o "encantador" instalar un columpio lleno de flores para mecer ahí a la criatura.
6.- La rolita ochentera que dice "Y ahoooraaa, despieerta la mujeer que en mí doormiiiaaa.." es lo más choteado que puede existir. Aparte es de pésimo gusto. Pone en evidencia a toda la familia.
7.- Los pasteles "con fuentecitas que funcionan de verdad" o con "una bailarina que se mueve" también son naquerías que nadie valora. Y cuestan.
8.- Evite que los papás le regalen a la quinceañera:
-Su último biberón
-Su última muñequita
-Su último __________ (escriba aquí el artículo infantil de su elección)
9.- El vals es una obra musical que tiene cierta duración. No guarda relación con las ganas que tengan TODOS los invitados de pasar al centro del salón a darle de vueltas a la escuincla.
10.- Evite que se ponga pedo el papá, el tío, el abuelo y el padrino de la quinceañera. Por lo menos ANTES de que se decidan a "dirigir unas palabras" en el micrófono.
11.- El vestido de la quinceañera debe ser sobrio. Queda terminantemente prohibido el uso de accesorios con foquitos, lucecitas, diodos. No importa que a alguien se le haya ocurrido que "sería muy padre apagar las luces y que se vea el vestido en la oscuridad"
12.- Queda prohibido también el uso de vestidos con adaptaciones que lo conviertan en minifalda o en traje estilo dominatrix o gatúbela. No importa que sean para usarlo en una de esas coreografías bien moderrrrnas.
13.- Al no quedarle más remedio al chambelán que ir a la fiesta y hacer el ridículo enfrente de sus cuates, hay que verificar que antes de salir a bailar lleve zapatos y no tenis.
14.- La Quinceañera es una chavita que, según sus papás, está a punto de convertirse en mujer (ja-ja-ja), no es una Reina de Belleza, así que no hay razón para que le ponga cetro y corona. No importa que brillen re-gonito.
15.- El vals es un momento especial. Si lo repiten porque no lo vio tu abuelita que se quedó dormida o porque no salio en el video le dan en la madre a la expectativa.
16.- Un tío o un primo que sabe hablar bien bonito es sólo eso. No es un maestro de ceremonias. Una fiesta de 15 años no es una ceremonia. Punto.
17.- Si la quinceañera se pierde de vista junto con el chambelán al menos 20 minutos en la fiesta y regresa toda desgreñada y retocándose el maquillaje, no hay de que apurarse. Recuerde: Ya es tooda una mujer.



jueves, agosto 15, 2013

Feliz cumpleaños, querido blog

Parece como en medio de una bruma densa, pero hace ocho años que tecleé mi primer post aquí. Eso fue en 2005. En aquél entonces escribía sobre casi cualquier cosa. Mi blog se había convertido en mi reducto para expresar aquellas cosas que de diario no podía decir: mis quejas, mis lloriqueos, o cualquier babosada que llegaba a emocionarme. Tal vez nunca fue muy bueno, pero le vi muchas posibilidades. Y seguí escribiendo. También lo utilicé para narrar algunas historias de lo que ha sido mi vida.

En esos días leía a El Huevo, a Guffo, a Rox, a Salaverga, al negro Caníbal, al buen Semidios, a Control Zape, a Ingrid, al Zórpilo, al maestro Kabeza y sus monigotes, al NEB, al Autor, a Mulder… y un enorme etcétera. Pura banda escritora. Y me di cuenta de que era algo que me gustaría hacer, porque ya desde hace mucho me gustaba contar historias.

En esos años tener un blog respetable costaba algo de trabajo, había un montón de bloggueros por todos lados y uno tenía que aplicarse a descubrir los textos que de verdad interesaban. Aprendías a separar la paja de lo bueno. Y aunque muchos se enfrascaron en la contienda de convertirse en blogstars, a mí la verdad es que me valió madre, porque me llegaban historias, estilos, cuentos, bromas, bote-prontos a montones. Dejé la carrera de blogstars a los demás.

Algunos de los autores de mi blogroll eran simplemente geniales y parecía que nada ni nadie los iba a silenciar nunca (como al buen Guffo, que para mi gusto ha sido el más constante), otros de pronto guardaban silencio durante meses y de pronto volvían a surgir renovados, con nuevas historias, anécdotas, debrayes y textos que definitivamente me llenaban de letras la cabeza.

Muchos simplemente desaparecieron, o migraron a twitter y facebook. Así es la vida. Aún recuerdo que a muchos «los conocí» en otro formato de conversación que entonces reinaba: los foros de discusión. Anduve un rato en Forinautas, en El Foro Sin Nombre, en El Foro, y conocia a muchos escritores… A un par de ellos los conocí en persona. De eso hace mucho rato ya.

Así que curiosamente hoy en este momento estoy escuchando a Botellita de Jerez, a quienes coincidentemente escuchaba en esos años… y precisamente estaba escuchando «Niña de mis ojos» cuando recordé «¡Achis? yo tenía un blog que creo que empecé hace un chingo en el mes de agosto!» Y héme aquí, revisando archivos y echando una sonrisa de vez en cuando. Recordando. Algunos de mis posts me dan pena, otros me hacen reír y otros me vuelven a hacer enojar.

Ocho años. Ocho años escribiendo aquí. Sumar tiempo no es sumar amor, pero la he pasado bien… De pronto me canso, o me da flojera, a veces no hay mucho que decir, y algunos días está uno que no encuentra la manera de contar por el gusto de contar… y si se dan una vueltecita por algunos de mis posts verán que aquí he narrado cosas importantes de mi vida. Algunas no lo serán tanto, pero si les parece celebraré los ocho años de este cuchitril re-posteando algunos de los textos que más me han divertido a mí. Si no les late, va una disculpa, porque a fin de cuentas, es mi blog y hago en él lo que se me da la gana :)

Empecemos por este, lo publiqué hace dos años:


http://sivoli.blogspot.mx/2011/12/historia-de-una-fuga.html


Por cierto, pronto escribiré una pequeña serie de textos que he tenido en mente desde hace un buen rato, así que si tienen chance dénse una vuelta por este viejo blog de vez en cuando para saludar. Aunque ya no dejen su comentario, snif.

…Y feliz cumpleaños a mi blog.

viernes, agosto 09, 2013

Centro de oportunidades… sí cómo no.

No, no he estado inactivo. Es que blogger es como una exnovia a la que extrañas, pero ya no ves. O por lo menos no lo ves como antes.

Sin embargo, este espacio no se muere, mis amigos. Les iba a pegar un link de otro sitio donde escribo semanalmente, pero primero uno de los textos que podrán leer allá:

Centro de Oportunidades…Sí, cómo no…
En la “vulka” se puede ver de cerca el tiempo pasar. A veces corre muy lentamente: el día va pardeando y la espera desanima por saber que el regreso a casa será con unos pocos centavos en la bolsa y muchos callos en las negras manos.

A veces, cuando la chamba es tupida no se da uno abasto. Y consideras seriamente hacerte de un chalán para que te ayude, se gane unos pesos y puedas abarcar más carros en un día. Pero en días como hoy, cuando no se paran ni las moscas y no hay mucho por hacer entonces te pones a pensar si tiene sentido mantener el negocio abierto. Gastando luz. Por más que te vaciles a la chamaca de los abarrotes y por más vueltas que le des a las páginas de un libro o una revista no puedes evitar pensar en el tiempo que se escurre. Se fuga lentamente como el aire de una llanta ponchada. A veces no lo notas y hasta que te das cuenta la llanta está en el piso y otras el silbido no te deja en paz, suena y sabes que se desinfla poco a poco.

Ayer pusieron un anuncio frente a la vulcanizadora: Dicen que la ciudad es número uno en seguridad, en oportunidades de trabajo, en competitividad y que es un lugar ideal para vivir. Te dan ganas de invitar a los que hacen esos anuncios a que te ayuden en la “vulka” un sólo día: Cargar llantas, desmontar rines, buscar clavos o pijas encajadas y retirarlos, preparar los parches, cargar el gato hidráulico, cuidarte de no ser atropellado por los taxistas. Darte prisa en entregar la llanta, ir a cambiar a la tienda el billete que te pagan, machucarte los dedos con la barra de acero, inflar una llanta recién parchada esperando que no te reviente en la cara y al terminar el día poder cerrar el negocio sin que te caiga la banda pidiendo la cuota semanal, caminar por las calles echando siempre una mirada hacia atrás para verificar que no te sigan y así pasar a la panadería y gastar lo poco que ganaste en el día en leche, huevo y pan para la cena. Al llegar tu señora te notifica de los pagos que siguen pendientes y armándote de paciencia decides no hacer bronca.

Eres contador público, pero resulta que el mercado está saturado de profesionales de tu campo. Tu papá te enseñó a trabajar desde chico en la vulcanizadora, así que cuando murió te encargaste del negocio. Vives en una colonia de la periferia porque a pesar de que a veces ganas bien, es un ingreso que no es seguro, así que pagas una renta pequeña y aunque en la familia son cinco, ahí la llevan. Ya llevas un dinerito reunido y piensas que por fin podrás sacar del taller tu viejo carro y echarlo a andar.
A veces quieres decirle a tu señora que te ayude con los gastos, pero bastante chamba tiene con los niños pequeños, así que empiezas a pensar en buscar otro trabajo, que sumado al de la vulcanizadora y al puesto de tacos que en las noches pones afuera de la casa te dejará más dinero.

Así que a veces si la chamba está baja como hoy, te pones a pensar en esos anuncios que publican… ¿Tierra de oportunidades? ¿Cruce de caminos? ¿Ubicación privilegiada? ¿Centro de negocios?

Sí, cómo no.

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(Este texto y otros más los podrán leer semana a semana en

www.laorquesta.mx

namás hacen scroll hasta abajo donde aparecen los colaboradores y ahí aparezco con mi nombre real: Arturo Haro)





martes, mayo 07, 2013

¿Qué milagro?


No había revisado, pero ya vi que desde febrero que los tenía a dieta de debrayes y necedades. Sin embargo, sigo escribiendo, aunque no lo publique aquí.
 
Esta vez me acordé de ustedes y les traigo este cuentito aunque contarlo aquí a veces se siente como hablarle a un muro, porque generalmente uds. no se toman un momento para masticar el texto y opinar o criticarlo, deshacerlo con sarcasmos o –qué mejor– proponerme para un premio, en realidad no importa mucho. Se los dejo aquí de manera desinteresada ¿verdad que la vida es hermosa?

Antojo.

Al llegar a la entrada, el muchacho observó con detenimiento. La promoción de ese día era tentadora: El letrero del negocio proclamaba ALITAS GIGANTES 2X1 ¡SON LAS MÁS GRANDES! 
En la foto del anuncio en cuestión, un diminuto empleado uniformado con los colores de la franquicia sujetaba una ala de pollo que gracias al efecto óptico debía medir casi dos metros. El empleado sonreía sorprendido y esperanzado. La ala de pollo lucía suculenta y enorme. Así que el joven entró en el local sacando cuentas de lo que traía en su cartera y saboreándose con anticipación. Su estómago emitía ruidos.
El lugar estaba solo. No había ni un alma. Tampoco se veían meseros, aunque si hubiera alguno seguramente se aburriría bastante en medio de ese desierto. Un silencio incómodo se elevaba en todo el lugar. El joven recién llegado se asomó hasta el fondo del restaurante. Nadie. La puerta de la cocina estaba semiabierta, así que decidió entrar. Si no había gente y esas alitas eran realmente grandes entonces simplemente se robaría unas. ¿Quién se daría cuenta?
La cocina estaba a oscuras: Mesas de trabajo enormes: cuchillería colgando de sus soportes, algunas cazuelas y en una esquina un enorme cazo de imposibles proporciones. Debían cocinar en ese recipiente cargas de cientos o miles de alitas cada día.

“¡Eso o de verdad las alitas son muuuy grandes!” pensó el muchacho tratando de sonar gracioso. No lo consiguió. Ahora que miraba con mayor detenimiento, en realidad el lugar donde se encontraba no se percibía nada agradable. En la semipenumbra las sombras se convertían en amenazantes siluetas. El silencio no era quietud. Era como si instantes antes hubiera habido movimiento, dinamismo, ir y venir de gente y de pronto ¡zas! Silencio inerte. Amenazador.
El chico sintió un leve pinchazo de miedo en la espalda. Los vellos de la nuca se le erizaron. En nombre de dios, ¿Qué le sucedía? ¿No era emocionante entrar a un restaurante vacío y llevarse una caja de deliciosas alitas gratis? De pronto la idea había dejado de atraerle.
La cocina súbitamente pareció aumentar de tamaño y agigantarse: las mesas eran extrañamente descomunales, ¿cómo no lo había notado antes? la puerta de servicio que debía dar a la parte trasera del restaurante era enorme también. Tal vez era su imaginación, pero ahora todo el lugar se le antojaba de unas proporciones desmesuradas. Se sintió empequeñecido ahí, dentro de esa oscuridad silenciosa. Decidió dar la vuelta y salir de ahí pero tropezó con algo. No cayó cuan largo era, pero casi. En el piso, una mano crispada sobresalía por debajo de una alacena. Los dedos como garras se encorvaban en un espasmo sin fin.
El joven no pudo moverse. Quedó ahí de pie: anclado al piso, mirando fijamente la mano que no se movía. Alguien había entrado y había hecho desaparecer a todos, menos a éste. Con el pie intentó mover esa extremidad que se asomaba esperando que alguien se quejara, o al menos reaccionara, pero era sólo un fragmento de brazo desprendido, sanguinoliento. El chico quiso gritar, pero tampoco fue capaz de hacerlo. Detectó un movimiento afuera, en el patio de servicio. Una gran sombra cubrió la ventana y la cocina se hundió más en la negrura. Pasos. Y algo más… ¿como un aleteo? ¡Qué absurdo! El muchacho se acercó lentamente a la puerta de servicio que daba al patio trasero, aunque no se atrevía del todo a abrirla.
El pollo gigante asomó su infernal pico por la puerta. Los ojos inyectados en sangre. Y también era sangre la que escurría por todos lados. El muchacho no pudo ni pensar. En una fracción de segundo el monstruoso animal lo tomó por la cintura y lo partió en dos en un parpadeo. Todavía había conciencia en la mirada del chico cuando recibió un último picotazo que destrozó su cara y dejó un enorme agujero. El pollo lo arrastró al patio trasero junto con los demás cuerpos. El silencio volvió a imperar en todo el restaurante.
Afuera, una jovencita de rubias trenzas miraba fascinada el anuncio que prometía unas enormes y jugosas alitas. Sacó su monedero y contó el dinero. Le alcanzaba perfectamente para saciar su antojo.

FIN.

miércoles, febrero 13, 2013

Alianza de Honor (parte IV final)





… Los Perros se alejaron de la triste vivienda para buscar en los alrededores al Xoloescuintle y tal vez toparse también con el hijo mayor del clan del Hombre. Una tenue luz que vieron más adelante les sugirió acercarse, pero al hacerlo, la escena con que se toparon era aterradora: en el suelo, restos de su negra piel desollados. Huesos por doquier. Sangre. En un cuenco de madera los restos mortales del perro.
¡Venganza! Clamaron los Perros y se dieron a la tarea de olfatear para encontrar al responsable de semejante atrocidad. El joven estaba muy cerca, de frente a un enorme muro por muchas manos blanqueado. Sostenía en sus manos un trozo de la piel del Xoloescuintle que empapaba una y otra vez en un cuenco de pintura negra para luego untarla en el muro. Ya se preparaban para abalanzarse sobre el ingrato humano y resarcir el espantoso crimen cuando tuvieron que detenerse ante la sorpresa: el chico estaba llorando.
Sobe el muro enlucido, y alumbradas por vacilantes teas encendidas en la noche, estaban pintadas estilizadas representaciones del caído Xoloescuintle en diversas posturas: ladrando alegremente por ahí, mostrando con ferocidad los dientes por allá.
Mientras el joven se inclinaba sobre el muro, los perros decidieron reservarse con sigilo: El muchacho pintaba al perro abatido en una alegre estampa y lo situaba por encima de las figuras que representaban su familia: Rayos de benigna luz protectora salían del vientre del Perro y bañaban dulcemente a las siluetas del padre, de la madre y de los pequeños. Callados, lo dejaron terminar la obra y también en absoluto silencio lo observaron derrumbarse sobre sus rodillas en medio del incontrolable llanto que lo desmoronaba.
Pasados unos instantes, el joven comenzó a repetir en voz baja algunas palabras. Los Perros escucharon esta oración: “Gracias por tu sacrificio, por darnos la vida y cuidar de nuestra existencia, querido amigo. Sin tu valiente intercesión jamás podríamos acariciar las flores del valle que habitamos y que ahora hemos bautizado con tu nombre: Xolo” El muchacho se incorporó lentamente y encorvado bajo el peso de su tristeza se encaminó al helado hogar que le aguardaba. Mañana sería otro día. Tal vez uno menos triste y desafortunado.
Todavía en silencio, los rastreadores se acercaron a contemplar la pintura del muro. Apesadumbrados reconocieron en ella al Xoloescuintle alzarse sobe ellos en un ágil salto que tal vez hace no muchos días bien pudo dar alborozado al juguetear con los pequeños cachorros del Hombre. Decidieron regresar al cónclave y gruñido por gruñido contar lo que habían visto. Entonces la asamblea entera guardó reverencial silencio, y así en medio de ese silencio se retiraron de vuelta rumbo a sus distintas regiones. Algunos llevaban la cola y las orejas bajas en señal de duelo”
Quiero hacer aquí una pequeña pausa: Jamás pensé que mi amigo fuera depositario de semejantes revelaciones, y de hecho suspirando hondo, le pregunté cómo es que sabía tantas cosas y cómo era posible que conociera tan bien ese antiguo relato, pero Djembe no respondió. Me miró largamente y ladeó su cabeza en ese familiar gesto que todos conocemos de los perros. Decidí entonces no volver a interrumpirlo y paciente esperé el resto de su relato:
“Desde entonces el Perro decidió callar ante las injusticias que el Hombre comete contra él y los de su raza. Decidimos ser fuertes ante el abandono, los puntapiés, el hambre y el frío. Juramos protegerlos siempre, llegando incluso a pelear contra otros de nuestra misma especie y contra otros humanos inclusive sin antes saber con claridad por qué: todo con tal de defenderlos y protegerlos de cualquier daño posible. Potenciamos nuestros sentidos y virtudes por ustedes.
Acordamos no vengarnos jamás por los maltratos que pudiéramos recibir de parte del humano y dar siempre la bienvenida a la casa al Hombre meneando la cola para hacerle saber que lo estábamos esperando desde siempre. Mis ancestros concluyeron que nuestra misión en la tierra del Hombre era más elevada de lo que ustedes podían distinguir con sus limitados sentidos y fuimos más allá: mis antecesores resolvieron por fin abandonar la antigua prohibición que nos impusimos: los Perro ya habíamos decidido entregarnos en cuerpo y alma al Hombre. Dispusimos también entregarles de nuevo nuestro más preciado don: el de arrastrar con sus dolencias, hacerlas propias y padecerlas en nuestros pequeños cuerpos antes que permitir que el humano sufriera por ellas.
Aceptamos el calvario de la domesticación y recibimos con amor y valentía esta nueva condición de ser de su propiedad. Sumisión antes que anhelar libertad. Todo por amor.
Y es por eso, Amo, que no debes afligirte, ni ponerte mal cuando me ves tambalearme debido a esta enfermedad. No debes mortificarte en estos días que has observado al llegar a casa que no me levanto de inmediato a correr para lamer tu mano, a veces, pero sólo a veces… es muy duro para mí soportar todo esto”
Intenté con todas mis fuerzas decir algo que le aclarara que por fin había comprendido la magnitud de su historia y su relación con mi persona, pero simplemente no pude. La garganta se me cerraba y una opresión en el pecho me impedía expresar lo que sentía en ese momento. Lo único que pude hacer fue abrazarlo con fuerza: “Siempre cuidaré de ti, perrito. Eres mi responsabilidad y mi compañero fiel. A diferencia de nosotros los humanos, has hecho honor al juramento de los de tu raza, así que ahora permite que yo me haga cargo de ti”
Y Djembe se dejó abrazar. Cerró sus ojos por un fugaz momento, pero de inmediato los abrió muy grandes y felices, y creo que con certeza puedo decirles a ustedes que le vi sonreír un poco.
Todo esto que hoy les cuento me lo dijo anoche mi querido Djembe entre sueños. Luego de eso desperté.
 FIN.


Copyright©2013 Arturo Haro.