miércoles, mayo 25, 2011

Trabajos y trabajos

Acabo de leer un post de Semidios, y me ha hecho reflexionar sobre algo a lo que ya le daba vueltas mi caletre: Los trabajos o chambas que haría y los que no.

Lo que no sería NUNCA:

Policía de tránsito
, pues me gusta ser honesto la mayor parte del tiempo
Vendedor de fruta en carretillas, demasiado sol todo el día
Policía Ministerial, y para acabar, ninguna clase de policía
Chofer de camión urbano
Nunca, pero nunca sería enfermero
Político, aunque quien sabe... bueno no, tampoco soy huevón ni ratero
Velador
Encargado de ventanilla
Impresor balín y comodino
Futbolista Profesional, porque tengo bien definida mi sexualidad, no por otra cosa
Computito nerdoso
Fontanero, albañil o destapacaños
Mandadero

Lo que sí me hubiera gustado ser, aparte de diseñador gráfico:
DJ
Carpintero (con especialidad en pesebres)
Pintor (pero no de brocha gorda, de los otros que se hacen famosillos)
Jardinero artístico
Cocinero en un restaurante italiano
Cantante francés o Guitarrista de una banda de rock
Arquitecto
Salvavidas en una playa
Psicólogo
Ingeniero de Audio
Trailero (¡en serio!)
Cajero en un supermercado
Barman
escritor
taquero

¿Qué chiste tiene decir todo esto? a mí me late a veces pensar que si hiciera otra chamba, la haría bastante bien, no importa si es aburrida, riesgosa o repetitiva, algunas s eme hacen muy sencillas y en eso radica su atractivo: en la sencillez, en que no tiene complicaciones tan profundas como lavar bien un vaso y llenarlo de nuevo para servirlo. Así.

Otras son más complejas, pero en el fondo no lo son tanto. Implican ayudar a alguien más y pasarla bien. Cuando he platicado con algunas amistades que por ejemplo, son contadores" o "analistas de sistemas" y así la verdad es que no me imagino cual podría ser una gran emoción para ellos dentro del campo laboral... no sé... ¿que les cuadren los números?

No sé, no concibo una vida con un trabajo que no me divierta, me emocione y me haga sentir pasión. Supongo que los contadores, carretilleros y policías de tránsito que están en eso por vocación, han de sentir bien chido cuando sucede algo que los reafirma como lo que son, pero no me lo imagino.

Yo soy feliz con lo que hago, y claro que me gustaría hacer más.

Eso sí, tampoco sería astronauta, de ninguna manera. No señor.

lunes, mayo 23, 2011

Hamburguesa, deliciosa pesadilla

Resulta que estuve unos días de viaje.

El primer día que llegué pedí una DE-LI-CIO-SA hamburguesa en Pour La France (excelente restaurant de comida francesa) Pero son 8 onzas de delicioso sirloin, más la gigantesca guarnición y ensaladita... Ah, ¡que ricura! en verdad se las recomiendo... sólo que fue demasiado para mí. Una plomi-cena, pues. No pude terminarla, pero casi. Cuando me rendí pedí la cuenta y me fuí a mi hotel a dormir.

La pesadilla fue espantosa, nunca había tenido una a causa de cenar tanto:

Estaba sentado en una silla con los brazos amarrados sobre los descansa-brazos mientras un güey me golpeaba en la cara una y otra vez. Así, a madrazo limpio. La neta sí dolía mucho... me rompió la nariz y toda la cara me sangraba. por los golpes la sentía gigantesca, toda hinchada y el güey se reía mientras tomaba vuelo para darme otro. Alguien más estaba ahí pero no podía verlo. También hubiera querido perder el conocimiento, como he visto en algunas películas, pero no pude.

Lo más gacho fue cuando el tipo me enseñó un lápiz de esos amarillos con gomita rosa. Y un sacapuntas eléctrico que conectó en la pared:

–Chécate esto, cabrón, checa muy bien...

Le sacó punta al lápiz y lo puso enfrente de mis ojos, así como para sacarme uno. Desinflarlo... pero luego empezó a picarme en las manos que tenía yo amarradas a la silla. Empezó a encajarlo en el dorso de la mano derecha, así leve y yo le decía "NONONONO, POR FAVOR, NO LO HAGAS"

Entonces el hijo de puta lo levantó y con toda la saña del mundo lo hundió hasta el fondo en mi mano, yo gritaba y gritaba porque sentía como relámpagos que me recorrían el brazo. El tipo rompió el lápiz a la mitad. Calló mis gritos con otro puñetazo que me hizo ver lucecitas y tuve esa sensación como cuando uno salta dentro de una alberca y se le llena la nariz de agua. Escupí un diente. La verdad fué muy vívido.

Sacó otro lápiz nuevecito y lo puso de nuevo frente a mis ojos. Esta vez tardó más en sacarle punta, pero lo dejó más afilado que el anterior.


Desperté. Qué bueno.


No vuelvo a cenar tanto, no importa que las hamburguesas de Pour La France sean excelentes.

lunes, mayo 16, 2011

Desarraigo

Cuando viajo fuera de mi pueblo pongo especial atención a las sensaciones. El hecho de estar fuera de mi casa, lejos de la gente que acostumbro visitar, de los lugares que frecuento, de las charlas de sobremesa, de las calles que me conocen tanto como yo a ellas, del frío o del calor que por las noches me abriga o me señala con la amarillenta luz de una luminaria.

La sensación de estar en un lugar ajeno, en una cama desconocida, sin nadie que me reconozca, y sin conocer a nadie más es de lo mejor. Una habitación de hotel, una lámpara de mesa y un espacio a media luz. Una brasa de cigarrillo que se consume sola.

El desarraigo que se siente al estar lejos de casa no tiene que ser malo. Es ocasión para reflexionar mientras las obligaciones cotidianas se han perdido tras los cerros, tras las curvas de la carretera, tras los montes y las nubes.

He cruzado kilómetros de huizaches, de terregales que se sumergen entre tolvaneras que elevan la soledad de esos inmundos parajes que sólo pueden servir para rodar películas palomeras que hagan alarde de estereotipos mexicanos en la pantalla.

Quiero regresar, pero estoy muy a gusto lejos. Es contradictorio, lo sé... pero el desarraigo es la neta.

Debrayes a la una de la mañana, mientras en la oscuridad de mi habitación el televisor muestra imágenes en sucesión y un pequeño letrero dice "MUTED"

MUTED. Así está bien. Por ahora. Mañana será otro día.