martes, marzo 22, 2011

Queridos Anónimos y Anónimas

Les mando un saludito y les aviso que ya pronto no podrán publicar como antes en este blog. Eso es porque soy muy delicadito con mis cosas (aunque me refiera a este cuchitril de blog) y no me late que posteen comentarios amparados en el anonimato. Los dejo ahí y los respeto, pero no me late.

Es una lástima, anónimos... los extrañaré, neta.

En mi blog las cosas que comparto son mías. Las digo yo. Y si critico a alguien o si se me ocurre alguna bromita la hago siempre desde mi firma. Muchos me conocen en persona y saben quien dice las cosas. Si hay reclamos, sugerencias o consejos los recibo igual "en persona" es decir, a través de mi nick.

No voy a clavarme en inútiles discusiones acerca de los anónimos, los trolls que buscan fastidiar un foro, o un blog o los Fans From Hell que siempre aderezan los posts poniéndose de pechito para seguir pitorreándose de ellos.

No diré nada más. Simplemente les aviso que soy muy paciente, pero si me llegan a cansar sus comentarios desde el anonimato, pues los borraré y ya. Ha de ser más divertido quedarme sólo con mis tres queridos lectorcitos. Hay anónimos simpáticos, hay los que dan flojera, los que causan intriga, los que hacen más interesante una discusión y los que resultan más aburridos que un camello... ¿con cuál se identifica usted?

Saludos, anónimos... fue un placer.

martes, marzo 01, 2011

Cámara Lenta

Un cigarrillo humea y provoca que a Hugo se le llenen los ojos de agua. Cuando hace un recuento de las colillas que se amontonan en el cenicero concluye que está más cerca del insomnio que de un enfisema.

Volar. Surcar el espacio en busca de ella.
Revienta.
Cabrón pinchazo que se le da a ese globo lleno de lágrimas. Afuera las carcajadas se vuelven supersónicas.

Al girar la cabeza la pesadez se posa directamente sobre su desnudo cuello. Observa. Enciende uno más mientras en la calle el viento hace rodar trozos de papel y del corazón que ya ha regado por todos lados.

La sensación es de estática: Las lámparas iluminan con sorna amarillenta las banquetas. Apenas es de noche ya. Hugo pensó que ella se había marchado. No era así. El amor la revivió. Dejó afuera lo cursi, lo romántico y dejó pasar lo metafísico. Lo sensual de su tersa piel. Elena no se había ido. De alguna manera siempre regresaba cuando él se lo exigía a besos.

Carcajadas que cruzan con estruendo la barrera del sonido. Por un momento las confundió con los rechinidos de neumáticos que presagiaban lo irrecuperable. Tarde aciaga, un adiós sin despedida. Cámara lenta para captar todos los detalles. Adiós mi amor, que te vaya bien. Fue un gusto hacerte el amor con el corazón todas las noches. Que pena que tengas que irte ahora. Vuelve mañana…

Ella se marchó (¿o se la arrebataron?) cuando la tarde lucía entre rosa y naranja. Cielo inyectado de malos augurios. Inminente fue el adiós. Irremediable la distancia.

Y ahora las colillas de cigarros sin terminar se elevan, incoherentes, sobre la mesa de centro que ella le regaló el mejor de los días. Hace mil años. Cuando la vida en común parecía una dulce condena muy próxima. Cuando ambos se declararon culpables.

Pero ya no era así.

Hugo apagó el cigarrillo y salió a la calle a buscar un automóvil para él.