Hoy vi el facebook de un amigo que formó parte de una banda que tuve y falleció el año pasado.
La cuenta sigue activa.
Amigos y parientes continúan entrando ahí para darle saludos, dedicarle rolas, recordarlo, comentarle las peripecias de sus días, reclamarle su ausencia, pedir consejo.
No puedo evitar pensar en un cementerio. En un espacio callado, callado donde sólo los demás hablamos, y al mismo tiempo en una presencia. A pesar de que no soy afecto a hablar de esos temas no puedo dejar de pensarlo.
¿Qué sucede con el buzón de voz de un celular de alguien que ha muerto? Es como si ahora, aparte del recuerdo que uno pueda tener del compa que se fue, de las canciones que quedaron registradas, de las aventuras y peleas, de los viajes, las borracheras y los momentos de angustia y esperanza, le agregáramos el de una presencia que no se va. Una presencia que muchos se empeñan en conservar evidente.
Pienso en mi amigo, en su familia, en sus amigos, en su hijo.
Recuerdo que su mamá una vez nos llevó desde San Luis hasta Mexicali un paquete de enchiladas potosinas con todo su cariño. Pensando tal vez mientras viajaba, en llegar y prepararlas para que su hijo las compartiera feliz con la banda.
Las enchiladas no soportaron el viaje de tres días en autobús, así que cuando incrédulos abrimos el paquete las vimos echadas a perder. Creo que nadie se atrevió a tocarlas siquiera.
Ese día Fernando fue blanco de burlas e ironías enviadas con mucho afecto por parte de nosotros, pues el gesto de su madre nos conmovió a todos. ¡Miren que viajar a través del país para ver a su retoño y llevarle unas enchiladas! Fernando ya tenía varios días callado, meditabundo y algo melancólico, por lo que la llegada de su mamá a nuestra guarida en Mexicali debió ser un verdadero bálsamo. Incluso nos compartió un poco de su mami a los demás que ya extrañábamos a las propias. Por más que tratamos de encadenarla para evitarlo, la señora se empeñó en hacer una cena y al día siguiente una comida.
Aunque ahora que lo recuerdo mejor, tal vez no fuimos lo suficientemente estrictos con ella a propósito. La dejamos ser. Nos dejamos llevar.
Como sea, al ver su facebook hoy no pude evitar sentir algo extraño. No lo recordaba, pero aún tengo su contacto en messenger. No me había puesto a pensar que tengo un contacto offline que así seguirá pase lo que pase. Está offline de la vida, pero está activo en facebook. Es extraño. No puedo dejar de meditarlo.
Ay, carnalito.
jueves, enero 27, 2011
Post Raro
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De mi vida,
Eso... ¿lo dije o lo pensé?,
Me acuerdo... Me acuerdo...,
Musiquete
miércoles, enero 19, 2011
Cuentito
Las Batallas
Cuando Manuel se cansó de ver las formas que se dibujaban en el techo y empezaba a decidir si se levantaba, el sol ya había bajado lo suficiente en el horizonte como para proyectar sombras largas dentro de su habitación, sin embargo no quiso encender ninguna luz. Tampoco quiso ver la hora en el despertador de la mesita de al lado. Su cama era un campo de batalla, pero no pudo definir si él había ganado o si había sido abatido de nuevo en medio de una encarnizada lucha de amor.
La regadera seguía escurriendo un poco. Manuel podía escuchar las gotas caer lentamente al piso con un estridente plop casi inaudible. Seguramente las toallas estarían aún húmedas. Tibias ya no. Ausencia.
El teléfono sonó.
–¿Bueno?
–Manuel, ¿cómo estás?
–¿Quién eres?
–Marcela, –la voz sonó fastidiada, pero temerosa –¿estabas dormido?
–No –mintió –Estaba leyendo.
–¿Hoy tampoco vas a venir? ¡Ya duró mucho el castigo…!
–Mejor ven tú. Aquí te espero –interrumpió Manuel y acto seguido colgó.
Se levantó para vestirse, pero se dio cuenta que no se había sacado ni los zapatos. Cuando levantó el cobertor para hacer la cama se sorprendió de verlo asqueroso, lleno de lodo. No pudo recordar la travesía de la noche anterior, pero resaca no tenía. Casi estaba seguro de eso. Imágenes oníricas invadían su mente. Una silueta recortada debajo de la intensa luz amarillenta de una luminaria de la calle. Un letrero que decía PROPIEDAD PRIVADA. NO PASAR.
El teléfono volvió a sonar, pero no contestó. Uno… dos… tres… ocho timbrazos y el silencio se instaló de nuevo en la casa. Afuera empezaba a llover de nuevo. Las gotas resbalaban lentamente por la ventana, gruesas y pesadas. Esta vez no había resplandores de relámpagos.
Cambió las sábanas, el cobertor y toda la ropa de la cama. Del armario extrajo un par de zapatos limpios y dejó los sucios en el piso, junto a la ropa de cama manchada. Pensó si alguna vez los recogería de ahí y decidió apartar ese pensamiento.
Escribió una nota: “No me busques más. Que la vida te sonría siempre” La dejó sobre la mesa de centro de la sala.
Sacó del mismo armario la vieja caja donde guardaban algunos ahorros. Tomó un puño de billetes y dejó el resto para ella. Seguramente le sería suficiente para un par de meses más de renta. Después estaría por su cuenta, así como él estaba desde hace mucho. Aunque su nuevo viaje apenas estaba por comenzar.
Se colocó los pequeños audífonos en los oídos y de inmediato reconoció la pista que cantaba un dolido James Blunt: I saw your face, in a crowded place… And I don’t know what to do, ‘cause I’ll never be with you… Otra vez la ironía. Adiós que subiría por escalas cromáticas predecibles. Ella tal vez replicaría con palabras de Ximena Sariñana: Yo no quiero pedirte nada, sólo pon tus labios sobre mi espalda… amarte duele… amarte duele… Los dos ladrones de inspiración ajena. Secuestradores de sentencias de otros artistas abandonados.
El bocinazo que provino de la calle lo regresó a la realidad de golpe. Antes de salir a la banqueta abrió el buzón y sacó toda la correspondencia. No era ni publicidad, ni cuentas por pagar. Todas eran cartas que él redactó. Un ligero pesar le invadió cuando reconoció que las había enviado desde hace meses. Ya las quemaría en su momento y sin volver a leer ninguna. Sacó su celular para teclear un mensaje, pero iba a la mitad del mismo cuando decidió guardar lo que llevaba escrito y lo cerró. Abrió de nuevo el buzón y dejó el aparato en su interior. “Entrega inmediata” pensó fugazmente, y no pudo sonreír aunque la idea era buena, condenadamente buena.
Cambió de melodía. Journey le iba bien, pues decían Some will win… some will lose… Manuel no sabía que parte de la letra le quedaba, pero a final de cuentas se quedaba con la frase principal: Don’t Stop Believin’ Creyó en ella. Bajó el volumen, pero sólo un poquito. Se acercó a la destartalada camioneta que lo esperaba. Pintura vieja. Defensas maltratadas. El ánimo era lo único que se encontraba como nuevo.
–¿Tardé mucho?
–Lo suficiente, le contestó ella. Y arrancó el motor. Un humo azulado y aceitoso salió del escape mientras se alejaban por la avenida. La camioneta no tenía espejos retrovisores. No los necesitaba.
Copyright©2010 Arturo Haro
Cuando Manuel se cansó de ver las formas que se dibujaban en el techo y empezaba a decidir si se levantaba, el sol ya había bajado lo suficiente en el horizonte como para proyectar sombras largas dentro de su habitación, sin embargo no quiso encender ninguna luz. Tampoco quiso ver la hora en el despertador de la mesita de al lado. Su cama era un campo de batalla, pero no pudo definir si él había ganado o si había sido abatido de nuevo en medio de una encarnizada lucha de amor.
La regadera seguía escurriendo un poco. Manuel podía escuchar las gotas caer lentamente al piso con un estridente plop casi inaudible. Seguramente las toallas estarían aún húmedas. Tibias ya no. Ausencia.
El teléfono sonó.
–¿Bueno?
–Manuel, ¿cómo estás?
–¿Quién eres?
–Marcela, –la voz sonó fastidiada, pero temerosa –¿estabas dormido?
–No –mintió –Estaba leyendo.
–¿Hoy tampoco vas a venir? ¡Ya duró mucho el castigo…!
–Mejor ven tú. Aquí te espero –interrumpió Manuel y acto seguido colgó.
Se levantó para vestirse, pero se dio cuenta que no se había sacado ni los zapatos. Cuando levantó el cobertor para hacer la cama se sorprendió de verlo asqueroso, lleno de lodo. No pudo recordar la travesía de la noche anterior, pero resaca no tenía. Casi estaba seguro de eso. Imágenes oníricas invadían su mente. Una silueta recortada debajo de la intensa luz amarillenta de una luminaria de la calle. Un letrero que decía PROPIEDAD PRIVADA. NO PASAR.
El teléfono volvió a sonar, pero no contestó. Uno… dos… tres… ocho timbrazos y el silencio se instaló de nuevo en la casa. Afuera empezaba a llover de nuevo. Las gotas resbalaban lentamente por la ventana, gruesas y pesadas. Esta vez no había resplandores de relámpagos.
Cambió las sábanas, el cobertor y toda la ropa de la cama. Del armario extrajo un par de zapatos limpios y dejó los sucios en el piso, junto a la ropa de cama manchada. Pensó si alguna vez los recogería de ahí y decidió apartar ese pensamiento.
Escribió una nota: “No me busques más. Que la vida te sonría siempre” La dejó sobre la mesa de centro de la sala.
Sacó del mismo armario la vieja caja donde guardaban algunos ahorros. Tomó un puño de billetes y dejó el resto para ella. Seguramente le sería suficiente para un par de meses más de renta. Después estaría por su cuenta, así como él estaba desde hace mucho. Aunque su nuevo viaje apenas estaba por comenzar.
Se colocó los pequeños audífonos en los oídos y de inmediato reconoció la pista que cantaba un dolido James Blunt: I saw your face, in a crowded place… And I don’t know what to do, ‘cause I’ll never be with you… Otra vez la ironía. Adiós que subiría por escalas cromáticas predecibles. Ella tal vez replicaría con palabras de Ximena Sariñana: Yo no quiero pedirte nada, sólo pon tus labios sobre mi espalda… amarte duele… amarte duele… Los dos ladrones de inspiración ajena. Secuestradores de sentencias de otros artistas abandonados.
El bocinazo que provino de la calle lo regresó a la realidad de golpe. Antes de salir a la banqueta abrió el buzón y sacó toda la correspondencia. No era ni publicidad, ni cuentas por pagar. Todas eran cartas que él redactó. Un ligero pesar le invadió cuando reconoció que las había enviado desde hace meses. Ya las quemaría en su momento y sin volver a leer ninguna. Sacó su celular para teclear un mensaje, pero iba a la mitad del mismo cuando decidió guardar lo que llevaba escrito y lo cerró. Abrió de nuevo el buzón y dejó el aparato en su interior. “Entrega inmediata” pensó fugazmente, y no pudo sonreír aunque la idea era buena, condenadamente buena.
Cambió de melodía. Journey le iba bien, pues decían Some will win… some will lose… Manuel no sabía que parte de la letra le quedaba, pero a final de cuentas se quedaba con la frase principal: Don’t Stop Believin’ Creyó en ella. Bajó el volumen, pero sólo un poquito. Se acercó a la destartalada camioneta que lo esperaba. Pintura vieja. Defensas maltratadas. El ánimo era lo único que se encontraba como nuevo.
–¿Tardé mucho?
–Lo suficiente, le contestó ella. Y arrancó el motor. Un humo azulado y aceitoso salió del escape mientras se alejaban por la avenida. La camioneta no tenía espejos retrovisores. No los necesitaba.
Copyright©2010 Arturo Haro
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Que bonito
miércoles, enero 05, 2011
Cerillos Clásicos
Entretenimiento con los Cerillos Clásicos
Éste es un pasatiempo cuyo origen se remonta a varias generaciones atrás de la mía.
Necesitaremos:
-Una caja de Cerillos Clásicos de Lujo (con cerillos, por supuesto) verifica que efectivamente cuente con 50 cerillos, (en otro ejercicio haremos un estimado del valor de cada uno por medio de un ecuación basada en su precio comercial y dividida por el número de cerillos)
Nunca he entendido a quién se le ocurrió comparar estos “clásicos”: El Partenón, la Afrodita de Milos y una locomotora, e incluirlos en esta cajilla, pero por lo menos no incluyen horóscopos, como los inconfundibles “Talismán”
-Un bolígrafo
En primer lugar tomaremos la caja de cerillos “La Central. Clásicos de Lujo” (es inútil intentarlo con otra) ¡No importa si eres zurdo o diestro! el chiste es que sostengas en una mano la cajilla de cerillos y en otra el bolígrafo con la punta de fuera. El bolígrafo puede ser para zurdos o para diestros, no importa. (Aunque he comprobado mejores resultados con bolígrafos blancos que he secuestrado de otras oficinas) La cajetilla de cerillos también puede ser zurda o diestra. Si de plano se te hace bolas el engrudo con esta sencilla explicación (o si sólo cuentas con una mano) coloca la cajetilla de cerillos en una mesa y pídele a tu mami o a tu papi que a la brevedad te inscriban en un taller de locomoción fina.
Hacemos una punción en esta zona:
Debe quedar así:
Acto seguido y con mucho cuidado y precisión (como si fueras líder de un escuadrón antibombas israelita) coloca un cerillo (de preferencia sin encenderlo) con la cabecita hacia afuera y hacia abajo:
Debe quedar así:
¡Y eso es todo! ¿Verdad que la vida es hermosa? Sorprende a tus amiguitos cuando abran la cajetilla y vean que la Venus de Milo en realidad es una loca transvestida:
Próximamente… más pasatiempos (ok, algunos con menor dificultad que éste)
Estén pendientes!
Éste es un pasatiempo cuyo origen se remonta a varias generaciones atrás de la mía.
Necesitaremos:
-Una caja de Cerillos Clásicos de Lujo (con cerillos, por supuesto) verifica que efectivamente cuente con 50 cerillos, (en otro ejercicio haremos un estimado del valor de cada uno por medio de un ecuación basada en su precio comercial y dividida por el número de cerillos)
Nunca he entendido a quién se le ocurrió comparar estos “clásicos”: El Partenón, la Afrodita de Milos y una locomotora, e incluirlos en esta cajilla, pero por lo menos no incluyen horóscopos, como los inconfundibles “Talismán”
-Un bolígrafo
En primer lugar tomaremos la caja de cerillos “La Central. Clásicos de Lujo” (es inútil intentarlo con otra) ¡No importa si eres zurdo o diestro! el chiste es que sostengas en una mano la cajilla de cerillos y en otra el bolígrafo con la punta de fuera. El bolígrafo puede ser para zurdos o para diestros, no importa. (Aunque he comprobado mejores resultados con bolígrafos blancos que he secuestrado de otras oficinas) La cajetilla de cerillos también puede ser zurda o diestra. Si de plano se te hace bolas el engrudo con esta sencilla explicación (o si sólo cuentas con una mano) coloca la cajetilla de cerillos en una mesa y pídele a tu mami o a tu papi que a la brevedad te inscriban en un taller de locomoción fina.
Hacemos una punción en esta zona:
Debe quedar así:
Acto seguido y con mucho cuidado y precisión (como si fueras líder de un escuadrón antibombas israelita) coloca un cerillo (de preferencia sin encenderlo) con la cabecita hacia afuera y hacia abajo:
Debe quedar así:
¡Y eso es todo! ¿Verdad que la vida es hermosa? Sorprende a tus amiguitos cuando abran la cajetilla y vean que la Venus de Milo en realidad es una loca transvestida:
Próximamente… más pasatiempos (ok, algunos con menor dificultad que éste)
Estén pendientes!
sábado, enero 01, 2011
Nombres para Mascotas
Ahora que veo a mi perro (Djembe, se pronuncia "Yembe") y me pongo a pensar en el nombre que le di y que uso cuando lo llamo, me sorprende esa capacidad que tenemos de nombrar las cosas, a los animales y todo lo que nos rodea. Tenemos la oportunidad de darle un buen nombre a todo.
Entonces... ¿qué estaba pensando mi madre cuando le puso sus nombres a mis mascotas?
Hace muchos año tuvimos una gata amarilla, mi madre le puso "Tidy" yo creo que el bicho enloqueció de alguna manera porque se comportaba muy extraño: corría de un lado a otro de la casa y se trepaba en las cortinas, luego desde las alturas maullaba lastimeramente, pegaba el brinco y corría cruzando la sala hasta la habitación del otro extremo de la casa, para repetir la acción sobre las cortinas del cuarto. Con el paso del tiempo empezó a hacer más rarezas: Se escondía entre los tanques de gas y esperaba a que pasara el perro (a ese perro mi mamá lo bautizó "Fiufas" jajajaja) y le saltaba encima para arañarlo... El perro salía aullando y la gata se volvía a esconder entre los tanques y ¿qué creen? que el perro volvía a pasar por ahí y la gata lo volvía a atacar. La escena se podía repetir toda la tarde. Y el "Fiufas" volvía a caer en las garras de "Tidy".
Después supe que mi mamá le había puesto a la gata así por fasTIDYosa (¡qué original!) y al perrito lo etiquetó así porque en un programa antiquísimo llamado la Carabina de Ambrosio salía una bailarina muy sexosa (No, no era Gina Montes) y decía "Es que soy muy "fiufas" haciendo alusión a algo cachondo o caliente, pero estoy seguro que mi madre ni por enterada.
Poco después tuvimos la fortuna de contar por algún tiempo con otro chucho... era esmirriado, flaco, un perrito cruzado son chiste y mi madre volvió a hacer de las suyas, pues no le puso un choteado "firulais" sino que fue más allá y le puso PERROLAIS.
No, no, no…
Aún recuerdo que a mí sí me daba algo de penita llamarlo así en la calle.
Fue un buen perro, pero a fin de cuentas al PERROLAIS le dio moquillo y felpó muy pronto.
Mi madre siempre tuvo varios canes antes incluso de que yo naciera y me cuenta que su papá acostumbraba ponerles nombres de presidentes gringos o de personalidades reconocidas, así que al mentado "Fiufas" mi abuelo optó por llamarlo "Reagan", tuvo un "Truman" y un "Wilson" un "Churchill" y así... tal vez el gusto por ese tipo de nombres viene de ascendencia materna.
Como sea, espero que a Djembe no le incomode mucho el que le di. Hasta la fecha no se ha quejado conmigo.
Entonces... ¿qué estaba pensando mi madre cuando le puso sus nombres a mis mascotas?
Hace muchos año tuvimos una gata amarilla, mi madre le puso "Tidy" yo creo que el bicho enloqueció de alguna manera porque se comportaba muy extraño: corría de un lado a otro de la casa y se trepaba en las cortinas, luego desde las alturas maullaba lastimeramente, pegaba el brinco y corría cruzando la sala hasta la habitación del otro extremo de la casa, para repetir la acción sobre las cortinas del cuarto. Con el paso del tiempo empezó a hacer más rarezas: Se escondía entre los tanques de gas y esperaba a que pasara el perro (a ese perro mi mamá lo bautizó "Fiufas" jajajaja) y le saltaba encima para arañarlo... El perro salía aullando y la gata se volvía a esconder entre los tanques y ¿qué creen? que el perro volvía a pasar por ahí y la gata lo volvía a atacar. La escena se podía repetir toda la tarde. Y el "Fiufas" volvía a caer en las garras de "Tidy".
Después supe que mi mamá le había puesto a la gata así por fasTIDYosa (¡qué original!) y al perrito lo etiquetó así porque en un programa antiquísimo llamado la Carabina de Ambrosio salía una bailarina muy sexosa (No, no era Gina Montes) y decía "Es que soy muy "fiufas" haciendo alusión a algo cachondo o caliente, pero estoy seguro que mi madre ni por enterada.
Poco después tuvimos la fortuna de contar por algún tiempo con otro chucho... era esmirriado, flaco, un perrito cruzado son chiste y mi madre volvió a hacer de las suyas, pues no le puso un choteado "firulais" sino que fue más allá y le puso PERROLAIS.
No, no, no…
Aún recuerdo que a mí sí me daba algo de penita llamarlo así en la calle.
Fue un buen perro, pero a fin de cuentas al PERROLAIS le dio moquillo y felpó muy pronto.
Mi madre siempre tuvo varios canes antes incluso de que yo naciera y me cuenta que su papá acostumbraba ponerles nombres de presidentes gringos o de personalidades reconocidas, así que al mentado "Fiufas" mi abuelo optó por llamarlo "Reagan", tuvo un "Truman" y un "Wilson" un "Churchill" y así... tal vez el gusto por ese tipo de nombres viene de ascendencia materna.
Como sea, espero que a Djembe no le incomode mucho el que le di. Hasta la fecha no se ha quejado conmigo.
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